Los colombianos deberíamos tener la madurez para recibir una experiencia política de otro espectro.
POR: FLORENCE THOMAS
Corrían los inicios de los años ochenta. Mi madre estaba nerviosa, y mis hermanos, ambos profesionales exitosos en una ciudad de provincia, no dejaban de exclamar: ¡todo lo que hemos construido se perderá! Francia se la jugaba entre dos posturas políticas muy diferentes para las elecciones presidenciales: por un lado, se encontraba un político socialista llamado François Mitterrand, y por el otro, el alcalde de París, Jacques Chirac.
Gran parte del miedo estaba basado en el hecho de que Mitterrand haría alianzas con el Partido Comunista (por aquel entonces muy fuerte) y que estos pactos podrían desestabilizar el país. La angustia aumentaba. Muchas y muchos franceses de estrato alto sacaban su dinero hacia paraísos fiscales; las mujeres adineradas escondían sus joyas, y los industriales rezaban largos padres nuestros.
Pues bien, el socialismo ganó y por primera vez en la segunda mitad del siglo XX un gobierno de izquierda llegaba al poder. La alianza con el Partido Comunista se concretó en cuatro ministerios para este grupo político. En efecto, Mitterrand instauró un gobierno de izquierda. Nacionalizó bancos y algunas grandes industrias y aumentó los incentivos económicos a la clase trabajadora. Instauró igualmente un impuesto sobre las grandes fortunas, que por entonces no existía.
En resumen, el programa de Petro parece tibio frente a estas medidas. Porque, de alguna manera, cabe preguntarse si esta histeria actual en Colombia por la llegada de un gobierno de izquierda no reviste elementos similares a la Francia del siglo pasado. Los industriales nerviosos, la derecha acudiendo a las fórmulas clásicas del miedo –y eso que en la época de Mitterrand no existían las fake news– y la gente escondiendo las joyas.
Mi convicción es que los colombianos y las colombianas deberíamos tener la madurez para recibir una nueva experiencia política de otro espectro. Francia no se hundió, y el socialismo francés a la postre sería un gobierno que favorecería la expansión de clases medias y populares con políticas de protección socialdemócratas.
El socialismo regularía de manera contundente las deudas históricas del Estado francés: eliminaría la pena de muerte, modificaría las restricciones de la homosexualidad e iniciaría una política generosa para la inmigración. El país no se acabó. El capitalismo continuó su marcha y los franceses adinerados no se fueron del país.
Mitterrand también impulsaría la cultura, con presupuestos importantes y con obras que a la postre iluminarían París: el arco de la defensa de los derechos humanos, la expansión del Museo del Louvre, que se convirtió en el primer museo del mundo, y la gran Biblioteca Nacional de Francia, que lleva su nombre.
Si Petro es presidente, Colombia no se hundirá irremediablemente. Por supuesto, eso no significa que no encuentre en Fajardo y los ‘verdes’ muchas claves para un buen gobierno. Solo quiero hacer un llamado a la serenidad, a la mesura; dejemos de imaginar una hecatombe si gana Petro. Entre otras, bastante mal le ha ido a la derecha para que nos den lecciones.
Mucho tiempo después, mi madre, una mujer de derechas, me diría que, para ella, los políticos más importantes de la Francia del siglo XX fueron el general De Gaulle y el propio François Mitterrand.
FLORENCE THOMAS
* Coordinadora del grupo Mujer y Sociedad