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Desde el inicio de su presidencia, Iván Duque se acostumbró a llegar a los eventos entre calles de escarnio donde le gritan: ¡Asesino! Él no se inmuta, más parece que se ufana de ello. Así llegó el pasado 12 de abril a la plenaria del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, que se reúne trimestralmente para evaluar el desarrollo del proceso de paz, escurría de sus manos sangre de la matanza de indígenas y campesinos en Puerto Leguízamo, Putumayo, cometida por las Fuerzas Armadas colombianas.
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