Félix Carrillo Hinojosa
Son muchos los sociólogos, antropólogos, escritores y periodistas que nos han mostrado los diversos rostros de la Colombia plurimulticural, desnudando crudas realidades cuyas brechas permanecen, sin que hasta el momento las mismas hayan sido corregidas, al tiempo que escuchamos a los distintos gobiernos pavonearse: «en extinción de bienes al narcotrafico tenemos miles de propiedades incautadas, igual cantidad de dólares, a la minería informal le hemos quitado otro número importante de maquinaria».
Lo triste y aberrante de todo este cuadro, es que a las personas que ponen al frente de estas responsabilidades no son decentes, y la mayoría terminan comprometidos y con detención domiciliaria.Al tiempo que eso ocurre, miles de niños y jóvenes en el sector rural caminan muchos kilómetros para obtener una señal y hacer sus tareas o llegar a escuelas instaladas a la intemperie, con profesores valientes que a pie o a lomo de mula, llegan para cumplir con un deber, que no son ni serán portadas en los medios dedicados a la puja política.
Son niños y jóvenes que se la juegan, al reclamar con sus voces infantiles el abandono estatal, a quienes les toca cruzar ríos llenos de cocodrilos y otros peligros, puentes colgantes hechos rupestremente, muchas horas metidos en canoas sobre ríos turbulentos, mientras las diversas mafias que se roban a Colombia se toman fotos en la Casa de Nariño, Congreso, Ministerios y se hacen a los servicios de abogados especializados en volver la verdad, mentira y lo oscuro, claro.
Cómo un estado, gobierno, país, nación, se atreve a reclamar que no surjan colectivos de primera línea en ellos, desconociendo que la guerrilla surgió por las injusticias sociales que aún subsisten, y que al ser reclamadas, lo único que manda el gobierno es plomo, prueba de ello, están a la vista, los paramilitares, una medicina de «la gente de bien», que resultó peor que los grupos rebeldes.Qué hacen los gobiernos departamentales, municipales, asambleas y concejos? Si nos metemos a lo interno de su accionar, muy poco.
Ellos son hábiles para los negocios que origen grandes dividendos, que los convierte en «soberbios nuevos ricos». Si por el sector rural esa tragedia continúa para la Niñez y adolescencia, no lo es menos, lo que se vive en la labor voraz que desarrollan «los contratistas que se apoderaron de Colombia» y son los grandes responsables en la construcción de obras sin terminar, que van desde colegios, hospitales, centros deportivos, culturales y neonatos, que son grandes elefantes monstruosos que se levantan como monumentos a la desidia, y demuestra una vez más, lo inhumano que cubre a los gobernantes nuestros.
Con esos saqueos de frente en lo público y privado, con la complicidad de los últimos diez gobiernos, Colombia tendría resuelto más de un problema que le impide avanzar.La ciudadanía tiene en el 2022, la única oportunidad que le queda, para cambiar el mal rumbo que tiene Colombia».#Desdemiraya
