CAMILO ARTEAGA DURÁN 10 ABRIL 2021
Aunque no se diga con palabras, se dice con hechos. Soterrados, camuflados, taimados, “tibios”, pero en todo caso hechos. Observemos:
El Establecimiento ve con ojos complacidos y hasta exultantes a un candidato como Sergio Fajardo que no ataca las causas de la desigualdad paridora de la guerra en Colombia, entre las que se encuentra principalmente el sistema plutocrático, es decir, el sistema diseñado por los ricos para los ricos a través de sus intendentes políticos; un sistema por esencia neoliberal, explotador y parasitario que cada día engrosa la línea divisoria entre los pocos ricos y los muchos pobres.

Allí sobresale el obsceno armazón financiero en cabeza de Sarmiento Angulo, a quien Margarita Rosa de Francisco bautizó atinadamente “El otro innombrable”, pues es quien mueve los hilos del poder económico y político del país. Pone y quita Presidentes al antojo de su patológica codicia, diseña leyes en beneficio propio, acapara y maneja gran parte de las finanzas públicas y el resultado de esto no es precisamente que sea Colombia la Suiza latinoamericana.
Su mejor capataz, el más despiadado, el que disciplina con látigo a la clase trabajadora (esclavizada) hasta sacarles la última gota de productividad es Uribe. Sarmiento, desde luego, está más que satisfecho con él y por eso en 2009 le dio su AVAL público para una tercera reelección que terminó cristalizándose en Santos, que en algo se alejó de Uribe, pero que siguió bajo el mando de Sarmiento, valga recordarlo. Nótese allí el poder del “Innombrable” y abominable nonagenario.
En ninguna ocasión Fajardo ha sido crítico con el injusto sistema financiero colombiano ni con sus dueños. No propone fortalecer la banca pública, tampoco reformar el sistema de pensiones que no da pensiones y que es filial del primero, y mucho menos eliminar sus vicios como la evasión de impuestos, el lavado de activos, la fuga de capitales a paraísos fiscales, la especulación bursátil con dineros públicos, entre otros.
¡Cómo va a hacerlo!, si Fajardo es financiado por el Grupo Empresarial Antioqueño (GEA) que es el propietario del segundo holding bancario del país, íntimos socios y amigos de Álvaro Uribe Vélez. No en vano el catedrático Gilberto Tobón Sanín sentenció que “Fajardo es el candidato perfecto de la oligarquía”. Allí no hay posibilidad de cambio alguno. Una de las poderosas razones por las que Fajardo es Uribe.
Pero sigamos:
Si en política económica las posibilidades de cambio con Fajardo son prácticamente nulas, en el campo de la Justicia y la nefasta política de Estado ultraderechista-paramilitar también lo son. Estos aspectos son quizá los que más le interesan a Uribe, ya que Fajardo está metido hasta el cuello en presuntas actuaciones delictivas similares a las de él; es más, compartirían los mismos móviles y actores: El narcotráfico y el paramilitarismo.
Como lo reveló el laureado periodista Julián Martínez (y otros), Fajardo, al igual que Uribe, han sido socios de Don Berna, de la Oficina de Envigado (una de las organizaciones criminales más tenebrosas del país), de José Obdulio Gaviria y demás integrantes de la primera plana del uribismo, así como de otros oscuros elementos.
Ambos, al parecer, sellaron alianzas con el crimen organizado para lograr objetivos políticos. La parapolítica y la Donbernabilidad son dos nombres de un mismo actuar forajido. Esas alianzas en la gobernación de Antioquia fueron las mismas que se le criticaron a Uribe cuando se supo que aspiraba a la Presidencia. Fajardo hasta le escribía odas cuando aquel era gobernador; incluso se refirió melosamente al genocida Carlos Castaño como un poeta.
¿No causa recelos la simpatía de Fajardo por Uribe, por Castaño y por presuntamente el tejer alianzas con criminales? ¿Puede entonces Fajardo ostentar la ética para ocupar el primer cargo de la Nación? ¿Garantizaría un vuelco en la tradicional política de Estado, penetrada hasta la médula por el narco-paramilitarismo y la mega corrupción? Sería muy cándido pensarlo.
Fajardo garantiza la impunidad de Uribe; no podría ir contra quien está incurso en sus mismos presuntos delitos, impediría remover procesos que aparentemente perjudican a ambos por igual. “Se harían pasito”, como decimos coloquialmente. Otra de las grandes razones por las que Fajardo es Uribe.
Sin espacio a la duda:
No es gratuito el rechazo de Fajardo por una coalición amplia que saque del poder a Uribe en primera vuelta, pese a saber que es la mejor y más expedita vía para lograrlo. Él mismo lo dice en los Wikileaks.
Y es que no puede ir contra quien lo hará presidente en segunda vuelta, porque siendo realistas, el uribismo jamás votará por Petro y en cambio lo hará gustoso por Fajardo, pues todos sus intereses (políticos, económicos y judiciales) se sienten a salvo en su propuesta sin propuesta.
Su indefinición calculada esconde el engaño: No plantea abiertamente la continuidad del Establecimiento ni de sus políticas (obviamente se hundiría), posa de imparcial, de no “extremo”, de “centro”, para seducir masas de ingenuos que aún, a estas alturas, creen que es “alternativo” y que Petro es “extremo”, como lo repite sin cesar, pero tampoco propone enfrentar con firmeza el sistema y su podredumbre para no espantar los votos del mismo sistema y porque tampoco le interesa.
Públicamente dice que Uribe es extremo y por tanto inconveniente, pero los hechos evidencian que tiene mucha más afinidad con ese extremo que con su supuesta “moderación”: los mismos financiadores, las mismas presuntas actuaciones delictivas y relaciones con criminales, los mismos intereses y las mismas simpatías ideológicas.
Adenda:
1- Tampoco son gratuitas las fuertes alianzas del fajardismo con el uribismo en Medellín para sacar a Quintero mediante revocatoria. Recuperar el poder y la gran bolsa de votantes en la capital antioqueña y en el departamento les es fundamental para 2022, ya sea con Fajardo o con otro que diga Uribe; o sea, con el que nombra Uribe en voz baja o con el que nombre a todo pulmón en medios y correría políticas.
2- Daniel Coronell publicó su columna “La Oficina”, que demuestra que La Oficina de Envigado es la que mintiendo intenta salvar a Uribe en el caso por manipulación de testigos y fraude procesal que lo puso preso por dos meses en su finca El Ubérrimo. Lo que omite (¿deliberadamente?) Coronell es, que quien fue el secretario de gobierno en la alcaldía de Fajardo, Gustavo Villegas, íntimo de este y de Uribe, estuvo preso por sus vínculos con esa misma organización criminal. Pero son solo esas “casualidades” que cruzan los caminos de los dos políticos antioqueños, parientes por parte de Lina Moreno, esposa de Uribe. Ya lo dijo el delfín Tomás: “Fajardo lo visitaba y era muy apreciado por nuestra familia”. Pero no sólo lo visitaba, también lo consultaba, como él propio Fajardo admitió.
3- Otro mega proyecto corrupto que pone de manifiesto la añeja y tácita simbiosis del Fajardo-uribismo es Hidroituango. A los dos les cabe inmensa responsabilidad en ello, así pretendan negarlo de todas las formas. Igualmente está el “Metro elevado” de Bogotá. Los conglomerados del cemento y la contratación metidos en ese proyecto son los mismos financiadores de Uribe y Fajardo. Ambos tienen fichas en él, el más grande de la historia de la infraestructura del país. Un pastel de incontables pisos del que muchos ya aseguraron las más gordas tajadas.
4- La vileza, indolencia y silencio de Fajardo (mal disfrazados como “moderación” o “no polarización”) en temas claves como el genocidio de los “falsos positivos”; las demandas del estudiantado y del profesorado (pese a decirse “profesor”), la negativa a reunirse con las madres de Soacha, el irse a ver ballenas cuando más hubiese podido ayudar, sus alabanzas al impresentable Néstor Humberto Martínez, su marcada incidencia en las decisiones de la alcaldía de Bogotá en cabeza de su socia, la también nefasta Claudia López; su palmario desconocimiento y desinterés por el país, no son solo rasgos de una personalidad superficial y no comprometida, sino muestras contundentes de lo que podría ser un posible gobierno suyo. Un Duque de cabellera larga y ensortijada, con jeans desverijados, pero igual o peor de desastroso.
4- La figura y la credibilidad de Uribe están por el suelo. Es la hez de la política actual, lo más degenerando, lo más podrido, lo más hediondo. Nadie quiere decir que es la continuidad de Uribe, pero este es un zorro viejo y muy astuto, sabe que su sombra quema a cualquiera y por eso, dentro del burdo y conocidísimo sainete de la politiquería colombiana y en campaña hacia 2022, Fajardo y Uribe “se atacarán” simulando una rivalidad. La rivalidad no puede existir entre fichas de un mismo sistema, entre socios, o entre jefe y peón; la estrategia politiquera para embaucar incautos sí. Bien lo dice el aforismo popular: “Si anda como pato, caga como pato y parece un pato, es un pato”. Sin vacilaciones lo digo: ¡Fajardo es Uribe!
Foto: Fotomontaje: Semana
2 de abril de 2021
Tomado de Ladob.info