NELSON LOMBANA SILVA
Tarsicio Guaraca Duran, más conocido como el comandante fariano Jaime Guaraca, murió el pasado 5 de mayo de 2020, en la Habana (Cuba); había nacido el 5 de abril de 1938, en la finca San Isidro, vereda La Estrella, municipio de Planadas (Tolima). Concepción Duran y Eliodoro Guaraca, eran sus progenitores, dos campesinos trabajadores y emprendedores del sur del Tolima.
Dimensionar su obra no es tarea fácil, como tampoco resulta comprensible fácilmente medir su inmenso aporte al proceso revolucionario que poco a poco se viene desarrollando en Colombia y que, precisamente, el comandante fariano aportó un alto grado de sacrificio y abnegación en sus 82 años y un mes de fructífera existencia. Siempre estuvo al lado del pueblo. No vaciló un momento, ni siquiera cuando los esbirros del gobierno lo torturaron brutalmente en Cali y posteriormente, en la Gorgona. Su firmeza ideológica y política brillaron con luz propia en este humilde, trabajador y honesto campesino, que fue obligado por el Estado a empuñar las armas para defenderse y defender al pueblo campesino e indígena, villanamente explotado, engañado e ignorado por esta rancia oligarquía liberal – conservadora.
La burguesía y el imperialismo norteamericano, no dudaron en descargar contra él toda clase de epítetos denigrantes y ofensivos. Usando los medios de comunicación, no dudaron en calificarlo de forajido, criminal, matón, asesinos de niños, violador de mujeres, atracador y enemigo de la paz. Ahora recordamos esos negros titulares que aparecían con qué frecuencia en medios impresos, televisivos y radiales. Eran titulares descomedidos, carentes de veracidad, pero sí muy efectivos para atemorizar y engañar al pueblo atrapado en estas redes mediáticas.
El 15 de octubre de 2017, tuvimos la oportunidad de estar más de cuatro horas, conversando con él en su modesta vivienda del barrio Varadero, conociendo parte de su biografía, la lucha revolucionaria armada y el tema del momento: El proceso de paz que se desarrollaba precisamente en esta ciudad capital de la mayor isla antillana.
Con suficiente lucidez mental y prodigiosa memoria, el comandante Jaime Guaraca, nos contó una partecita de su vida. Quizás, fue la última entrevista que concedió a la prensa colombiana y que nosotros tuvimos la gran oportunidad registrar, con el único propósito de contribuir al esclarecimiento de la historia colombiana, porque como dijo Gabriel García Márquez, nos “la han escrito y oficializado más para esconder que para clarificar”.
Escuchar su relato pausado, seguro y sereno, nos indica que la historia colombiana, efectivamente, está contada al revés, favoreciendo de principio a fin la versión única e inmodificable de la clase dominante. Así, los villanos son héroes y los héroes villanos. Jaime Guaraca no empuñó las armas contra el Estado, porque quiso o por un simple prurito, lo hizo con el único propósito de defenderse y defender a sus hermanos de clase. Miente la oligarquía cuando dice que el comandante fariano era amigo de la violencia y la anarquía. Al contrario. El comandante fariano fue un abanderado de la paz y la justicia social.
Su infancia tormentosa
Su infancia fue apacible y tranquila solo hasta los diez años de edad. “Fue muy bonita a pesar de ser una familia muy humilde, pobre, pero muy trabajadora”, dice. Su padre pagó el servicio militar, participando del conflicto que tuvo Colombia con Perú. Siendo reservista fue reclutado y llevado a Leticia. Al regreso, contrajo matrimonio y se dedicó a derribar montañas “vírgenes”, fundando dos fincas: Una, en la vereda Montalvo, en la quebrada de las cruces, llamada: “Las Mercedes” y la otra, en la vereda La Estrella, llamada: “San Isidro”, donde precisamente nació el comandante fariano. Recuerda: “Nos criamos muy bien en una abundancia muy buena, porque esa tierra produce de todo y en esa época recién descubierta, se daba lo que se sembraba. Había abastecimiento de todo, de todo. Recuerdo que en esa época no se vendía un libro de leche, se regalaba”.
Era una región profundamente pacífica. Existía la camaradería, la fraternidad entre los campesinos. Dice: “Fue una etapa en la que yo considero fue muy pacífica. En la región todo el mundo trabajaba, erad dedicado al trabajo honrado, no había robo, no había delincuencia. La gente asistía a las fiestas y no se creaban problemas, así se emborracharan no había problemas. Era una región muy sana”.
Recordaba a su madre con inmenso cariño y gratitud: “Ella fue una mujer que se ganó mucho el cariño nuestro, porque era una mujer muy dulce, muy cariñosa, muy atenta, nos ayudaba en todo. A los que estaban estudiando les ayudaba en las matemáticas, en la escritura, en la ortografía, porque ella dominaba todo eso”.
Tenía siete u ocho años, cuando su madre murió, quedando al cuidado de su padre, quien lo mandó a la escuela. Estudió dos años. El tercero no lo pudo hacer porque irrumpió la violencia en toda la región con ímpetu descomunal. Tenía diez años y cuatro días de edad, cuando mataron a Gaitán. Esta era una región liberal gaitanista.
Guaraca de niño era tímido y respetuoso de las normas de convivencia. Con nadie se metía, con la esperanza de que nadie se metiera con él. Señala: “Desde la casa misma, se aprendía mucho el aspecto de la educación. En esa época, a una persona mayor se le decía: Don; si era una señora: Doña. Nunca se le decía el nombre solamente. Entre los niños se respetaba mucho, había un respeto total. Si uno se encontraba por el camino a una persona mayor, se saludaba y se hacía a un lado para que pasara. Hoy, no hay esa costumbre, se perdió. Así me crié yo, así me crié”.
Se crió en un hogar profundamente religioso. Sin embargo, desde muy niño fue abandonando la creencia religiosa. Dos razones fundamentales tuvo para tomar esta audaz e histórica decisión: Una, al rogarle con toda la fe del mundo a Dios que no permitiera que su madre muriera y dos, cuando vio al cura comandando un grupo de militares y paramilitares.
“Cuando mi madre enferma – relata – de acuerdo a lo que ella misma nos había enseñado que todas las cosas que uno necesitara había que pedírsela a Dios y que Dios se la resolvía. Entonces cuando ella estaba enferma, que duró un año en cama, que no se podía levantar, se puso flaquita, flaquita; yo era uno de los que me salía de noche y detrás de la casa me arrodillaba y rezaba y le pedía a todos los santos (menos a Juan Manuel), que no me dejaran morir a mi mamá, pero resulta que ella murió. Ahí, comenzó la desconfianza de que no había nadie que resolviera eso, que no había un ser sobrenatural que resolviera las cosas de la tierra. Me fui apartando un poco”.
El otro incidente para separarse de la religiosidad desde muy niño Jaime Guaraca, lo relata, así: “El otro tema por el cual me fui separando de la religión: Es que con los conservadores armados de Ataco, venía el cura párroco de este municipio, con carabina en mano. El mismo cura que subía a esa escuela que quemaron a bautizar, a casar, a dar la misa, a hacer el rosario. Él siempre decía que era el representante de Dios en la tierra. Cuando yo me doy cuenta que el representante de Dios en la tierra andaba con ese grupo de bandidos, enseguida me dije: Bueno, entonces, nosotros a quién le pedimos algo. Eso quiere decir que estamos súper jodidos, porque no hay ningún representante de Dios en la tierra. ¿Por qué permite que se den esos delitos tan horribles? Ese fue el otro caso que me fue separando seriamente de la religión católica”.
A los diez años y cuatro días matan a Gaitán en Bogotá, el 9 de abril de 1948. Adiós a la tranquilidad de la región, hace presencia la zozobra y la violencia hace su aparición. No es una violencia que sale de la entraña del pueblo como se ha venido diciendo hasta ahora, es una violencia que viene de las alturas del poder. El país se revuelca, haciendo presencia la violencia a la vereda La Estrella. No nace allí, llega con sevicia arrasando al campesinado y generando la división por los colores políticos.
El liberalismo ordena concentrar a todos los reservistas en los pueblos. Los dos hermanos de Jaime se concentran en Santiago Pérez, corregimiento del municipio de Ataco. La orden era recoger a todos los conservadores del caserío y meterlos a la improvisada cárcel. La orientación se vino abajo cuando Mariano Ospina Pérez ofreció burocracia al liberalismo. “Todo se arregló, todo sigue en paz, a trabajar todo el mundo”, fue el comunicado de la dirección nacional del Partido Liberal.
Los hermanos de Jaime regresan a casa, pero inquietos y no muy convencidos del comunicado del partido liberal. Los rumores eran que la violencia comenzaría en cualquier momento. Mariano Ospina Pérez y Laureano Gómez se habían propuesto conservatizar al país a sangre y fuego. En esas condiciones, el presidente ordenó armar a los conservadores del municipio de Ataco.
Conocedores de los planes virulentos, orquestados en las alturas del poder, los hermanos de Jaime Guaraca, comienzan a organizar lo más elemental para hacer frente a esa violencia que se anunciaba en toda la región, cada vez con más fuerza e intensidad. Se apertrecharon de escopetas de fisto, tacos de pólvora negra, colocándole pantalla a la linterna, un cartoncito con dos huequitos para alumbrar pareciéndose al cocuyo. Los dos hermanos le dijeron a su padre: “Tiene que hacer un rancho allá en la orilla de la selva y el platanal, para que vayan a dormir allá. No se quede en la casa porque esto está muy peligroso. Nosotros nos vamos, pero estaremos pendientes de todo”.
Marcharon por los lados del corregimiento de Bilbao. Se rumoraba que la juventud se estaba agrupándose para defenderse. Don Eliodoro Guaraca, hizo el rancho y todas las noches iban a dormir allí. Una vez amanecía, daba una vuelta explotaría por el entorno y entonces sí salían los niños del escondite. “Así comenzó mi adolescencia. En esas condiciones, que ya no fue una cosa normal, todo había cambiado, todo había pasado a la zozobra, a la desconfianza, al cuidado y todo”, señala y agrega: “Así duramos como unos tres o cuatro meses, después del 9 de abril. De pronto salió un grupito de jóvenes de Bilbao; ahí venían mis hermanos y con ellos Charro Negro. Era un grupito de ocho a diez personas. Estuvieron en el pueblito de La Estrella, bailaron, tomaron aguardiente y se volvieron a ir, pero ya dijeron a la gente que tuvieran mucho cuidado, porque los conservadores y la policía estaban planeando salir a los campos a matar liberales”.
La noticia fue terrible. Los campesinos comenzaron a salir de la región, unos para Neiva, otros para Ibagué y otros para San Luis, el desplazamiento masivo fue dejando la región despoblada y las fincas abandonadas. Los que se quedaron no se quedan de noche en sus casas. Dicho y hecho: En noviembre de 1948, arribó a la región la policía y civiles armados de filiación conservadora, a eso de las cuatro o cinco de la tarde. Salieron al filo de Santo Domingo, donde se divisa el pueblito e hicieron tres disparos. Cuando don Eliodoro escuchó las detonaciones, dijo: “Esto está malo, porque esos disparos son de fusil y por aquí nadie tiene un fusil, los únicos que los tienen son la policía y el ejército. Hay peligro”.
Arribaron al pueblito. Estaba solo. Los habitantes habían escapado. Se ubicaron en la escuelita. Al otro día, muy temprano los campesinos hermanos de apellido Jiménez: Rafael y Justo y Baltazar Collazos, dos de sus hijas y un hijito pequeño, arribaron al lugar sin saber qué estaba pasando. No lo dejaron arrimar a la escuela: Mataron a los tres campesinos y a las niñas las violaron, haciéndoles cosas horribles. Después las asesinaron.
Relata el comandante Jaime Guaraca: “Al otro día, mi papá me mandó a mí y a Chucho, el que me sigue a mí, que tenía apenas ocho añitos y medio de edad, a buscar una vaca que se había ido, y a nosotros por desgracia nos tocó que ver los primeros tres muertos, ver cómo comenzó esa violencia en el Tolima, que golpeó tan duro y sobre todo en el sur”.
Agrega: “Llegamos a un sitio donde encontramos el primer muerto, estaba a un lado del camino que va para la escuela, en un punto que se llama: El Congo. El Congo porque había un árbol grande que le decían así, cerca de la escuela. No lo conocimos, porque le habían quitado el cuero de la cara. Lo mataron a puro machete. Sin embargo, seguimos, pasamos el portón y ahí estaba el otro al lado del camino. A ese no le habían pelado el cuero de la cara, sino que le habían rayado la piel en forma vertical. Tampoco se podía conocer. Seguimos dizque en busca de la vaca y de ahí ya se veía la escuela. En ese momento no se veía porque estaba en invierno y la neblina estaba sobre el piso. No se veía nada. Oímos la alborada de esa gente. Seguimos y el otro muerto. Eran tres. Ya con tres muertos, dijimos: “Esto no está bueno. Vamos a decirle a mi papá. Nos devolvimos a toda velocidad. Le dijimos. El salió con el yerno a un filo a mirar, pero todo estaba consumado”.
Así comenzó la violencia en esta vasta zona y así comenzó el niño Jaime Guaraca a padecer los rigores de la violencia que llegaba a la región por obra y gracia de la clase dominante. Nótese que no fue el pueblo campesino el que arengó la violencia, fue la gran oligarquía utilizando sus aparatos represivos militares y paramilitares.
Vida y obra de Jaime Guaraca (II)
La niñez del comandante Jaime Guaraca transcurría en la zozobra, porque los primeros diez años de vida habían desaparecido en el pasado. En la vereda La Estrella solo había un radio, propiedad de don Pompilio Perdomo, dueño de una finca grande ganadera. Era gaitanista. Cuando la radio anunciaba que el doctor iba a intervenir, don Pompilio regaba la bola por la región y los campesinos asistían puntuales a escuchar la intervención del caudillo liberal. Por ese radio la comunidad se enteró del asesinato del líder, a manos de la CIA y la oligarquía liberal-conservadora. El sueño de paz y justicia social se desplomaba de un solo golpe.
A la muerte de Gaitán no había guerrilla. Nadie hablaba de violencia, solo se hablaba de trabajar y hacer producir la tierra. Después del abominable magnicidio ocurrido en las calles céntricas de Bogotá, irrumpe la violencia con frenesí por vastas zonas del país. Se trataba de borrar a sangre y fuego el pensamiento izquierdista de Gaitán y de sus numerosos seguidores. Nada hecho por Gaitán debía quedar en pie, era la consigna de la rancia oligarquía personificada en los máximos dirigentes de los dos partidos tradicionales.
Afirma, Jaime Guaraca: “Fíjese usted que hasta ahí, no había guerrillas. Los jóvenes estaban inquietos. Eso los obligó a agruparse y comenzar a darle una estructura militar, sobre todo apoyándose en los reservistas. Eso fue lo que siguió después. Pronto vinieron los jóvenes que estaban por Bilbao y fundaron un campamento en una finca que se llamaba: Caicedonia. Ahí fue el primer campamento. Fue donde murió el primer policía. El disparo se lo hizo un joven campesino llamado: Medardo Quilombo. Era el único que tenía escopeta de cápsula, porque era gente de bien, rica, con buena finca y ganado. Esperó la policía y mató al primero en esta región”.
“De esta manera – dice – comenzó en serio la violencia y comenzó a actuar la guerrilla campesina”. No era una guerrilla para agredir, era para defenderse de las atrocidades de la policía y los primeros grupos paramilitares en obediencia a la orden presidencial de conservatizar el país al precio que fuera.
En esas condiciones, don Eliodoro tuvo que irse definitivamente para el monte con sus hijos ya crecidos, entre ellos, Jaime. La casa paterna había sido incinerada y sus productos hurtados. De esta manera, se acababa la vida sedentaria para esta familia y comenzaba el crudo peregrinaje por montañas inhóspitas, cañones inmensos y pendientes escabrosas. Llegaron a la finca propiedad de Leal, en potreros llamados: Los Monos. Allí, se reunieron numerosas familias.
Después vino la orientación de marchar hacia la vereda San Miguel. Dice Jaime: “Fíjese usted la distancia tan grande por esos campos, atravesándolos con niños chiquitos, con viejitos, con viejitas, mujeres embarazadas, enfermos, pero nos aproximamos a San Miguel. Nosotros nos quedamos en el área indígena. Mi papá se quedó ahí, cerca de un nacimiento de agua salada, donde se sacaba la sal y las otras familias pasaron al comando de San Miguel, al campamento”.
Luego, llega una nueva orientación: Marchar hacia la vereda El Támaro (Marquetalia). El río que cruza por allí sigue llamándose así. Allí, el destacamento duró solamente mes y medio, porque la nueva orden era marchar a la región del Davis. Era una distancia enorme, tocaba cruzar el río Saldaña, arriba en la empinada cordillera entre los afluentes del río Cambrín y la quebrada La Lindosa. Duraron meses haciendo la travesía en condiciones dramáticas. Iban con ellos, gallinas, cerdos, ganado vacuno, caballar y mular. Esa travesía la soportó Jaime Guaraca cuando frisaba los once años de edad. Llegaron finalizando 1950 y comenzando 1951.
En el Davis había una organización mucho más estructurada. Jaime, recuerda: “En el Davis ya había muchas cosas, una organización sobre todo muy buena; una organización de trabajo, una organización de todo. Yo con once años y pico, me llevaron a militar al batallón Sucre, o sea, a los niños y a los adolescentes. Se denominaba: “Organización de Pioneros”. Eso no lo hubo sino en el Davis, en ninguna otra parte hubo eso. Todo el que hable de esa organización en otra parte, es mentira porque no fue sino en el Davis, el comando dirigido por el núcleo comunista. Isauro Yosa era el jefe cuando eso”.
Agrega: “Yo no duré mucho tiempo ahí. No me gustó la forma. Nos daban instrucción militar, nos daban instrucción política, nos enseñaban a leer, a escribir y teatro. Había jóvenes expertos y salían a dar ese tipo de instrucción. Pero, a mí no me gustó, entonces busqué la posibilidad de que me aceptaran en la fila de disponibles y me aceptaron antes de cumplir trece años de edad”.
Pero, ¿Qué significaba ser disponible en el Davis? Jaime Guaraca, explica: “Disponible era una formación, donde el guerrillero no tiene asignada una tarea específica. La mayoría de guerrilleros en ese momento pertenecían a las Compañías. Una compañía estaba compuesta por 75 hombres. Otros estaban organizados en Comisiones, por ejemplo, el “Disco Rojo”, comisión especial que salía del Davis, iba hasta Natagaima a buscar información y hacer contacto con el Partido Comunista”. Subraya: “Los que no estaban en las Compañías, ni en las Comisiones, eran disponibles. Yo pedí que me aceptaran en esta fila de disponibles. Me aceptaron. A los pocos días ya hacía parte de una Compañía. Esta compañía no tenía nombre especial y era comandada por el capitán Llanero. Más tarde, pasé a la compañía de Jacobo Prías Alape (Charro Negro) y después, a la comandada pos los camaradas, Manuel Marulanda Vélez y Charro Negro”.
La estructura orgánica del Davis estaba dividida en dos partes: Una parte militar y la otra política. La primera era orientada por Isauro Yosa (Líster). Lo acompañaban en esa tarea: Luis Alfonso Castañeda (Capitán Richard), el capitán Canario, el capitán Joselito, el capitán Llanero. En el área política, eran cuadros del Partido Comunista: El compañero Raúl Balbuena (Baltasar), Fabián (Cache Palo), Timochenko, Leobrí. En 1952, pasó por allí, Martín Camargo, después comandante del EPL. Él se separó del Partido Comunista con un grupo, después de visitar a China.
Haciendo parte de la compañía de Charro Negro, Jaime Guaraca, sale de El Davis en 1952, porque el ejército nacional había tomado posesión del lugar. La táctica era realizar acciones militares distantes de allí, para llamar la atención del rabioso militarismo y abandonara la región. El capitán Richard salió para Calarma, donde tuvo enconados combates. En una audaz acción derribó una avioneta del régimen. Ave Negra salió para Monte Frío, Ciro Trujillo para Campo Hermoso. Nunca más Jaime Guaraca, regresó al Davis. El movimiento era permanente, soportando todo tipo de dificultades. Se trataba de defender la vida. Por su parte, el militarismo dejaba caer propaganda negra en extensas regiones del país, usando para ello, la mentira y el lenguaje más soez y miserable. El cuento reiterativo era que la guerrilla era la mala y los militares, los buenos. Nunca se dijo que la guerrilla defendía los intereses del pueblo y los militares los intereses de la gran burguesía.
Vida y obra de Jaime Guaraca (III)
La necesidad crea el órgano. El campesinado del sur del Tolima, especialmente de Santiago Pérez (Ataco) y Planadas, estaba inmerso en una violencia que no era suya. El terrorismo de Estado impregnaba toda la vasta región, no teniendo los moradores otra alternativa que organizarse política y militarmente. Esto no se dio de la noche a la mañana. Por el contrario. Fue un proceso duro, complejo y hasta doloroso.
Una parte de la guerrilla estaba orientada por el partido Liberal y la otra por el partido Comunista. A la guerrilla liberal se le motejaba de “Limpios” y a la comunista de “Comunes”. El acuerdo que determinó la convivencia en una sola guerrilla, tuvo sus inconvenientes e incluso, se rompió definitivamente cuando esta se acogió a la amnistía del general Gustavo Rojas Pinillas, y muchos pasaron al bando del paramilitarismo ayudando al militarismo en la persecución de la considerada: “Guerrilla Comunista, marxista y leninista”.
Uno de los fundadores de las Farc – Ep, Jaime Guaraca, relata con detenimiento este momento político de la lucha armada en Colombia: “Ese es un tema grande, que mucha gente todavía no está clara y cada vez que pasan los años, menos clara está la gente sobre este tema”, comienza diciendo.
Agrega: “Las guerrillas en Colombia surgen y, sobre todo, ese grupo del sur del Tolima al mando de Gerardo Loaiza y Leopoldo García (Peligro). Llegó un momento en que Gerardo se informa de la existencia del grupo de Irco (Chaparral), que comandaba Isauro Yosa y que estaba apenas surgiendo. Mandó a invitarlo. Las ideas de Gerardo y de Peligro eran orientadas por la Dirección Nacional del Partido Liberal. La orden era que tomaran el mando de todas las guerrillas en Colombia. Esa era la idea”.
“Los invitaron a la región y la dirección del movimiento dirigido por los comunistas vino, desde Irco a hasta el Davis. Se encontraron con Gerardo y hablaron toda la cosa muy bien y fue cuando organizaron un comando conjunto, un Estado Mayor Conjunto de parte y parte. Así crearon el Estado Mayor”.
“Pero, cuando la Dirección Nacional Liberal se dio cuenta de ese acuerdo, hay mismo mandó, específicamente a un emisario a decirle a Gerardo y a Leopoldo García, que no admitía esos acuerdos, mucho menos con comunistas; que ellos eran liberales puros, limpios. Es cuando Gerardo obedeciendo la orientación de la Dirección Nacional Liberal y Conservadora, porque en eso ya operaban juntos, convoca una reunión de toda su gente, de toda la guerrilla que ellos dirigían. Esa reunión la realizaron en el comando La Ocasión, que era el comando principal. Allí, Gerardo expuso el tema. Le dijo a la gente que ellos habían invitado a los comunistas a ir a la región, pero que los comunistas desde el momento que llegaron, los habían traicionado, porque seguían dando una orientación foránea, una orientación que habían incluido a Colombia, traía desde Moscú, que esa no eran las costumbres, ni la idiosincrasia del campesino colombiano, que era un daño que estaban haciendo los comunistas, que tuvieran en cuenta que ellos eran liberales “limpios”, que no podían hacer alianza con ninguno”.
“De ahí fue que cogieron el nombre de “limpios” y propuso la ruptura con los comunistas, porque como había el Estado Mayor Conjunto, que rompieran esos acuerdos. Y la gente aprobó. La guerrilla liberal “limpia” aprobó eso al momento y se convirtió eso como en una orden de guerra, más o menos, como una actitud de guerra. Y así fue. Pronto hubo el enfrentamiento a tiros con pretextos muy leves, unos y otros, pero hubo el enfrentamiento. El pretexto principal para esa división y para esa ruptura, fue ideológico y político. No fue otra cosa, sino ideológico y político y la forma de organización que los comunistas tenían, no les gustaba a ellos de ninguna manera; nada de lo que tenían los comunistas organizado para dirigir su guerrilla les gustaba, porque ellos eran liberales y querían hacer todo cuanto querían y cuanto podían. Para ellos no había control de ninguna manera”.
“Eso fue lo principal. Pero, lo fundamental fue lo ideológico y político, dirigido desde la ciudad por la Dirección Nacional Liberal y Conservadora. Ahí, se rompió todo. No se volvió nunca, ni siquiera a hablar de eso, porque los liberales limpios, cada vez se fueron sectarizando más, mucho más. Después viene el otro caso que lo hablamos luego”.
Durante un período histórico, la confrontación era más violenta con la denominada “guerrilla limpia” que con el mismo ejército regular. Prácticamente, ésta había asumido un criterio paramilitar, pasándose sin sonrojarse los principales cuadros dirigentes a las huestes militaristas y al Estado colombiano. Su criterio liberal y conservador predominaba.
Pero, ¿Cuáles eran las diferencias sustanciales entre la guerrilla comunista y la guerrilla liberal? El comandante Jaime Guaraca, las explica de una manera sencilla y bastante pedagógica: “Las diferencias son muy grandes. Le voy a poner unos ejemplos muy prácticos: Lo que conseguía en comisiones los comunistas y llevaban al Davis, era distribuido totalmente para los más necesitados. No importaba quien era la familia, lo importante era que estaba en el Davis”.
“Se llevaba el ganado y cuando se sacrificaba una res a todo el mundo le correspondía un pedazo. Nadie se quedaba sin comer su pedacito de carne. Los “limpios” (Liberales), no hacían eso. Los “limpios” llevaban el ganado y los jefes separaban el lote exclusivo para ellos. Era propiedad de ellos”.
“Otro ejemplo: En combate se cogía un fusil y la guerrilla comunista decía: Este fusil es del movimiento, del colectivo, su dueño es el colectivo. Los liberales “limpios” recogían un fusil y el que lo recogía era el dueño. Lo podía vender, regalar, cambiar, lo que quisiera”.
“Otro ejemplo: En cuanto a la organización: Los comunistas tenían un régimen interno, unas normas de comando, que todo el mundo tenía que regirse por ellas. Nadie se podía ir del comando sin permiso, sin tener justificado qué iba a hacer. Los liberales “limpios” se iban a la hora que querían, cada uno para donde quisiera y volvía cuando quisiera. Esas son diferencias muy grandes”.
Viene luego, el encuentro directo de Jaime Guaraca con Manuel Marulanda Vélez, la primera impresión que tuvo el niño guerrillero con quien pasaría a la historia como el eterno comandante del movimiento fariano. El relato es sencillo y directo: “Cuando el camarada Marulanda decidió irse al Davis, llegó a comienzos de 1951, al comando dirigido por los comunistas. Fue bien recibido, porque él desde un comienzo fue un hombre muy afable, muy cariñoso, muy respetuoso, muy conversador. Él se ganaba la simpatía de cualquiera, como se ganó la mía, desde un comienzo”.
“La dirección del movimiento organizó una escuela en 1952, una escuela ideológica-política. Los estudiantes fueron: Charro Negro, Manuel Marulanda, Ciro Trujillo, Richard, etc. Es decir, los comandantes fueron los estudiantes. Cuando termina el curso, en la clausura, el camarada Marulanda, pidió el ingreso al Partido. Así como le digo: Pidió el ingreso al Partido Comunista. La dirección del movimiento y de la escuela, les aceptó el ingreso al Partido. Le proponen que si él quería llevar como nombre de guerra, el nombre de Manuel Marulanda Vélez, y le explicaron quien fue Manuel Marulanda Vélez: Aquel dirigente obrero y toda la cosa, que murió torturado por los esbirros de Laureano Gómez. Él aceptó. A partir de ese momento siguió llamándose: Manuel Marulanda Vélez, porque hasta ahí, le decían Pedro o también: “Tirofijo”. La gente le puso el nombre de “Tirofijo”, porque en realidad, él fue un hombre que con todo tipo de arma, era preciso al hacer el disparo. Él pegaba en el blanco muy bien, no perdía un disparo. Así, se ganó el nombre de “Tirofijo”.
“La primera vez que veo al camarada Marulanda, fue en el año de 1950, en el comando de San Miguel. Allí llegó él y al paso por el lugar que le digo de las salinas, donde había agua salada, que se sacaba la sal, a ese lugar llegaban muchas aves a tomar de esa agua, cuadrúpedos también de noche y el día que él pasaba por ahí a San Miguel, había una cantidad de pavas y mató dos con el fusil y las llevaba ahí”.
“Se regó la noticia de que Tirofijo estaba en San Miguel. Yo le dije a Chucho, mi hermanito que me seguía, vamos a conocer a Tirofijo. Fuimos. Andábamos cerca de él. Él no habló con nosotros porque éramos unos muchachos de doce años. Yo le alcancé a decir a la familia: Si tuviera un poquito de más tiempo (edad), le decía que me aceptara y yo me iba con él, porque me agradó desde un momento como era él”.
“Físicamente era un hombre con aspecto elegante, despercudido; mantenía bien peluqueado, bien afeitado. Era un personaje. Y así sucesivamente era su procedimiento, conversador y muy respetuoso, sobre todo muy respetuoso, muy amable, con todo el mundo la iba. Todo el mundo que pedía hablar con él, él le aceptaba hablar y lo que explicaba, a la gente le agradaba mucho. Era un conversador único. Además de eso, humorista. Contaba muchos chistes de Cosiaca, de la Patasola, del Duende, de todas esas cosas”.
“La primera vez que hablé con él, tal vez fue como en el año de 1953, tal vez finalizando, que él mismo se dirigió a mí, cuando un hermano y un primo que estaban en la misma comisión no quisieron seguir por la pacificación de Gustavo Rojas Pinilla; entonces un día se me acercó y me dice: ¿Y usted tampoco va a seguir con nosotros?, me dijo. Le dije: (Cuando eso no se decía camarada, se le decía comandante) Comandante yo sí sigo con ustedes hasta el fin. Ese día me echó el brazo por encima, porque era muy cariñoso en ese sentido. Yo comencé a ser guerrillero en los primeros meses de 1951”.
Vida y obra de Jaime Guaraca (IV)
Un niño hecho guerrillero por obra y gracia de un Estado infame e indolente, que se ha sostenido históricamente en el mar hirsuto de la violencia y la brutal explotación del hombre por el hombre. En cualquier país medianamente civilizado a esa edad, los niños van a la escuela, al colegio, al campo deportivo o a la heladería a saborear una paleta o un simple helado. Comparten al lado de sus padres aventuras mágicas que traen consigo los libros animados, las películas y los cuentos de hadas. Los niños son niños con toda su inocencia y pureza. No fue así para Jaime Guaraca. El mundo tormentoso y azaroso del terrorismo de estado acechaba en cada paso que daba por la exuberante región que trajinaba. No entendía las causas, simplemente padecía las consecuencias del monstruoso sistema capitalista.
El régimen lo obligó a ser guerrillero a los trece años. “La experiencia fue lo normal – dice – un muchacho en la fila, que cuando daban las voces de mando, había que hacer lo mismo que hacía el resto. Y si se iba a cumplir una tarea, iba uno y hacía lo que podía, de acuerdo a su edad. Nadie le exigía más de la cuenta. Era andando y andando a Colombia, como se dice”.
“El reclutamiento lo pedí yo mismo en el Davis, lo pedí al oficial de servicio. Fui y le dije que quería que me aceptaran en la fila de disponibles y él anotó mi nombre y me dijo que sí. Cuando eso estaba ahí un muchacho que le decían Cardenal, era un político para la juventud y para los pioneros. El oficial de servicios, me dice: Todo el mundo que viene aquí se pone un seudónimo, un apodo o nombre cualquiera, no el propio nombre. ¿Usted cómo se va a poner?, me dice. Le dije: Yo no sé. Entonces este muchacho Cardenal, dice: No, pues póngalo Jaime. Y así me anotaron desde 1951 para acá, todo el mundo me llama Jaime”.
¿Qué sintió el niño guerrillero en el primer combate? Es honesto al contestar el sentimiento que experimentó la primera vez. Dice: “En eso, en general, hay que decir que a todo mundo le da miedo, porque uno se va a enfrentar a tiros, y uno no sabe si el otro que enfrenta es más hábil que uno. Además, si uno le tira y no le pega, el que viene sí viene dispuesto a tirar a pegarle. Si el arma no le da fuego, queda embarcado, como se dice. Entonces, uno siempre va al combate pensando en esas cosas. Pero, más sin embargo, lleva en la mente, a la vez, la esperanza de que vaya a triunfar. En este momento no me acuerdo donde fue mi primer combate, porque de muchacho nos tocó pelear con los pájaros (Conservadores armados) y después sí con el ejército”.
El demencial plan norteamericano: “Latin América Securety Operatión”, conocido universalmente como “Plan Laso”, lo define Jaime Guaraca como una política de intromisión de Estados Unidos en Colombia, con el único propósito de evitar en el país una revolución socialista al estilo Cuba. Afirma: “Esa fue una política de Estados Unidos, que se inventó para contrarrestar en Colombia la posibilidad de una Revolución triunfante como la de Cuba. Entonces, se inventó ese plan Laso con una serie de promesas, con una serie de ofrecimientos, que tampoco cumplió, porque no era para cumplirlos, era sinceramente para calmar los ánimos y poder controlar a la gente, no tenía ninguna intención de resolver el problema de la tierra, ni de la vivienda, ni de la escuela, ni nada de lo que prometía”.
Agrega: “La gente realmente no comprendió nada del verdadero objetivo del plan Laso, solamente la dirección era la que dominaba, pero ni el campesino se daba cuenta de eso. En esa época tampoco era mucho lo que se hablaba con el campesino para explicarle esas cosas. No era mucho lo que se hacía de política. El plan Laso no movilizó gente así. Estaban los puestos militares, pero no movilizó gente. Se vino a movilizar gente con la “Operación Marquetalia”.
“Antes, la base militar de Gaitania había movilizado cinco mil hombres contra nosotros, buscando la vía hacia Marquetalia, llegando hasta San Miguel. Pero, en ese trayecto, por las dos vías que penetraron, se peleó, se mataron soldados, se cogieron armas y ellos retrocedieron a Gaitania nuevamente. ¿Por qué retrocedieron a Gaitania? Porque hubo también protestas en las ciudades, en Bogotá, Cali, Medellín. Además, la resistencia nuestra. El otro fenómeno es que todavía no habían concluido con el plan de la Operación Marquetalia, hasta dos años después”.
“El primer combate de la guerrilla con el ejército fue el 27 de mayo de 1964. Esa es la fecha. Aunque hay algunas cosas que no estoy de acuerdo con lo que se dice, porque, por ejemplo, para hacerle un poco de historia, brevemente, en abril llegó Jacobo Arenas y Hernando González a la zona, enviados por el Partido Comunista. Cuando ellos llegan a la zona, nosotros ya estábamos en trincheras esperando el ejército que se metiera. Ellos encontraron fue un grupo organizado, militante de Partido, dispuesto a hacer resistencia. Había otras cosas que no estaban acordes con la situación, pero que existíamos ya como guerrilla sí, entonces en el mismo mes de abril, tal vez el 25, nos reunimos la dirección del movimiento agrario con Jacobo Arenas y Hernando González. La dirección de ese momento de Marquetalia era: El camarada Marulanda, el jefe; secretario político era Isauro Yosa; el segundo era Isaías Pardo; luego, seguía yo como secretario de organización; Darío Lozano, secretario de finanzas; Jesús Medina López, secretario de agitación y propaganda y otros compañeros del Estado Mayor, como Luis Pardo y Rogelio Díaz”.
“Nos reunimos con ellos y ellos informaron todo lo que tenían previsto los mandos militares para realizar la Operación Marquetalia. Entonces, comenzamos por ver, por ejemplo: Tiempo de duración de la operación; ellos se había propuesto tiempo indefinido, no había tiempo limitado para esa operación. Ahora, el volumen que iba a participar en la operación: Se conoció desde entonces que estaban asignados 16 mil hombres del ejército, con el conocimiento de que si hacía falta, le agregaban otros batallones más. En cuanto a la logística: Tenían garantizado toda la logística que fuera necesaria, medios de transporte: Aéreo y terrestre, lo que fuera. Instrucción: Era la flor y nata del ejército colombiano que iba a participar con formación de contrainsurgencia que les permitía penetrar a donde quisieran, a donde se lo propusieran”.
“En vista de esa situación, el camarada Marulanda pidió un plazo para estudiar, para pensar él solo por ahí sobre el tema y, la orden era que todos pensáramos sobre lo mismo y luego nos reuníamos para seguir la discusión. Así fue. Se levantó la sesión, pero al poco rato, el camarada pidió que se reanudara la sesión y cuando se reanuda la sesión, pidió la palabra y expuso lo que había pensado. Dijo: Esa operación que el gobierno planea contra nosotros, es una operación muy grande y peligrosa, pero, por peligrosa que sea, nuestro deber es resistir y vencer. Pero para eso, se necesita que nosotros quedemos móviles, totalmente móviles. Eso quiere decir que toda la población civil que está a nuestro cargo, hay que evacuarla a la periferia. Eran todas las familias nuestras, los hijos y todo, que los teníamos entre la selva, como en tres o cuatro lugares. Dijo: Propongo 48 horas para que haya evacuado todo mundo. El que no se adapte a la vida de la guerrilla, que sea un inválido, un anciano, una señora, un niño, hay que evacuarlo. Se aprobó eso y partimos enseguida a cumplir la misión de evacuar a la población civil. Después que se hizo todo eso, volvimos a reunirnos y el camarada distribuyó el plan con el que se iba a hacer resistencia. Asignó a los caminos por los que el ejército iría a entrar los grupos. Por ejemplo: Para el Puerto asignó a Abanico con cinco compañeros; por el camino rial de Salvador a San Miguel, asignó a Miguel Pascuas con ocho compañeros y, por la Suiza, me nombró a mí y a Darío Lozano, jefe con ocho compañeros también. Así es como el primer combate que se libra el 27 de mayo de 1964, lo hicimos nosotros. Yo era el que estaba allí, comandando el grupito y fui el que disparé el primer tiro ese día, a las 9:15 de la mañana, con el fusil que portaba. Ese fue el inicio de los combates allá. Nosotros peleamos ese rato allí y después de unas horas nos cambiamos de sitio, al otro lado del río San Pedro, y a las 4:30 de la tarde, llegó Isaías. Isaías había sido nombrado comandante operativo que movía a la gente para un lado y para el otro. El secretariado para la resistencia era: Manuel Marulanda Vélez, Isauro Yosa, Jacobo Arenas y Hernando González. Isaías, no estaba en el momento del combate, estaba por los lados de Peña Rica, pero se dio cuenta y llegó a las 4:30 de la tarde, donde estábamos nosotros, pero ya nosotros habíamos cambiado de sitio. Con él bajaba Luis González, Luis Salgado, este último fue el primero que nos mataron. Él bajaba con Joselo y Pasolento, que era el grupo que andaba con Isaías. Por eso, Joselo no estuvo en el combate, pero en un discurso que Jacobo Arenas dio, todo emocionado, dice: Que el combate que dirigió Joselo en la Suiza, y así se ha quedado. Todo el mundo habla de que fue Joselo el que dirigió ese combate y no es cierto eso. Además, por ese tiempo Joselo estaba sancionado, no tenía ningún cargo de responsabilidad, no era miembro todavía de la Dirección de Marquetalia. La sanción era por fallas, errores, que cometía cuando se emborrachaba, era muy borracho. En ese tiempo estaba sancionado por eso. Los que hicimos la pelea por ese lado, ya Isaías se vincula, los diez que habíamos ahí y cinco con Isaías, éramos quince; quince hicimos la pelea hasta que tomaron a Marquetalia. El camarada Marulanda, se movía de un lado para otro, dirigiendo, planeando y planificando, para donde tenía que moverse uno, para donde tenía que moverse el otro. Ese era el trabajo de él”. (Espere la continuación)