Por Daniel Samper /LOS DANIELES
Para un alma neurótica, como la mía, quedarme en la casa constituye una verdadera bendición. Por eso he disfrutado de este encierro como si fuera el sueño dorado que siempre pretendí: nada de tener que salir de noche a una comida; nada de tener que asistir al cumpleaños de un amigo: con observar los informes de la doctora Fernanda en Caracol, y llegar despierto para el 1, 2, 3 de CMI, me declaro pleno y tranquilo, casi diría feliz. La única situación difícil es la laboral: el famoso teletrabajo que, digo la verdad, me queda como a Duque su nueva chaqueta: grande.
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