Por Alberto Salazar*FotosPL: Marta Llanes
Hanoi, (Prensa Latina) Han pasado más de mil años de la primera batalla en el río Bach Dang, -mil 082, para ser exactos-, pero los vietnamitas la recuerdan como si fuese un acontecimiento cercano a su cotidianidad.
Corría el año 938 d. C. y el Imperio Chino dominaba desde hacía 10 siglos una gran porción del territorio anamita, a menudo a través de reyezuelos y gobernantes que manipulaban como títeres.
Cada cierto tiempo, algún que otro rebelde se alzaba contra las fuerzas imperiales, pero estas, por lo regular, terminaban por sofocar la sublevación.
Así que el emperador chino pensó que la historia se repetiría y puso bajo el mando de su hijo una poderosa flota en la que embarcó a unos 100 mil hombres con la misión de apagar un foco insurrecto asentado en una zona cercana a la que hoy ocupa la norteña ciudad portuaria de Haiphong.
Confiados en tan inconmensurable fuerza, entraron por la boca del río Bach Dang, con la marea alta a esa hora, y hasta intercambiaron bromas cuando vieron avanzar hacia ellos a cientos de pequeñas embarcaciones que más bien parecían de pescadores que de guerreros.
La batalla no tardó en entablarse y, como esperaban los invasores, en un corto tiempo pusieron en fuga a la ridícula flotilla. Prepotentes, partieron en su persecución río arriba, dispuestos a aniquilar a aquellos atrevidos campesinos.
En un punto desde donde dominaba el campo de batalla, el general vietnamita Ngo Quyen sonreía levemente pese a aquello que más bien parecía una vergonzante derrota.
Pero la marea bajaba y bajaba y en la misma medida, su sonrisa se ampliaba: las cosas iban saliendo tal como lo había planeado.
La flota china seguía adentrándose en el Bach Dang, tan afanada en dar caza a las barquichuelas que sus capitanes no advertían que ciertas recias y aguzadas puntas empezaban a aflorar sobre la superficie de las verdosas aguas.
Llegó un momento en que la marea bajó tanto, que los barcos chinos se vieron entrampados en filas mortalmente dispuestas de postes hincados en el fondo del río y con afilados casquillos de hierro en la parte superior.
Ngo Quyen estaba ahora muy serio, porque había llegado el momento decisivo.
En el intento por volver atrás, muchas de las naos chinas quedaron con los vientres acuchillados y la prepotencia comenzó a ahogarse en el Bach Dang, siempre acosada por aquellos malditos entre los que ciertamente no faltaban campesinos y pescadores.
La batalla duró un buen tiempo, y del verde, las aguas pasaron al rojo: al final, unos seis mil invasores murieron ahogados o por la espada, entre ellos el hijo del emperador chino, y 400 de sus barcos quedaron despanzurrados o apresados entre los horcones blindados de la ignominia.
Ese día, la sonrisa del habitualmente adusto Ngo Quyen fue más amplia que nunca y se multiplicó en cientos de miles de bocas porque aquella batalla -de alguna forma lo sabían- iba a darle una vuelta a la historia.
Ngo Quyen se proclamó rey de Annam y estableció su capital en Co Loa, la mayor y más antigua ciudadela del actual Vietnam.
Su victoria puso fin a mil años de dominación china y hoy se le llama El Rey que reconstruyó Vietnam porque sentó las bases de la independencia de este país. Numerosos historiadores llaman al 938 El Año Uno de la Nueva Era Vietnamita.
Pero por las orillas del Bach Dang aún correría mucha historia.
Las fuerzas imperiales chinas volvieron a carga por la misma zona en el año 981, pero prevenidos, los vietnamitas reunieron una fuerza más poderosa y les infligieron una costosa derrota bajo las órdenes del general Le Dai Hanh.
La frontera norte de Vietnam estuvo segura hasta 1288, cuando la dinastía de los mongoles, empeñada desde años en conquistarlo, entró con una gran flota por la boca del Bach Dang.
Conocedor de la maniobra que 350 años había realizado Ngo Quyen, el general Tran Hung Dao la puso en juego y derrotó en toda la línea a los invasores. Nunca más alguien se ha aventurado por la boca del bendito río, pues también los malos leen historia y algo aprenden.
Hoy en la desembocadura del Bach Dang se levanta, espléndida, una zona de reliquias que cada año es visitada por más de un millón de personas -nacionales y extranjeros- deseosas de conocer más sobre la historia conclusa de un río y tres batallas que marcaron un destino.
*Corresponsal de Prensa Latina en Vietnam.
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