Por Frank González*
Roma (PL)Bellas y funcionales son las plazas de Roma, espacios públicos de diferentes formas y tamaño, construidas en varias épocas para múltiples usos. Todas atesoran los valores históricos, artísticos y arquitectónicos que distinguen a la Ciudad Eterna como un lugar encantado, donde conviven en armonía el pasado y el presente.
Visitar las principales plazas diseminadas por toda la ciudad, constituye una experiencia inolvidable en un ambiente de singulares atractivos, donde sobresalen palacios, iglesias, obeliscos, fuentes y estatuas, en las cuales abundan obras maestras de grandes artistas.
Plaza del Capitolio
Tal es el caso de la Plaza del Capitolio, explanada trapezoidal de 63 metros de largo por 53 de ancho, construida en 1537 sobre la colina capitolina, con un diseño de Miguel Ángel, a quien el papa Pablo III le encargó proyectar una obra monumental en el lugar donde aún radica el gobierno municipal.
Con motivo de la visita a la ciudad en 1538 del rey Carlos V de España, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, el sumo pontífice quiso trasladar hasta allí la estatua ecuestre de Marco Aurelio, la única de su tipo conservada hasta hoy, como parte de la restauración del lugar ubicado entre el Foro Romano y el Campo de Marte.
Pablo III quería impresionar al monarca visitante durante el desfile triunfal en su honor en el capitolio, otrora centro geográfico y político de Roma, sede de importantes templos primero y de la administración civil de la ciudad después, hasta fines del Medioevo.
Esta fue la primera plaza romana de la Edad Moderna y a pesar de su tamaño relativamente pequeño, el autor de El David, La piedad del Vaticano, la cúpula de la Basílica de San Pedro y los frescos de la bóveda de la Capilla Sixtina, logró recrear en ella una atmósfera de intensa evocación de glorias imperiales pasadas.
A partir de las condiciones específicas del sitio, entre ellas la existencia de los palacios de los Senadores y los Conservadores, y la decisión papal sobre la colocación de la estatua de Marco Aurelio, Miguel Ángel reorientó la plaza del Foro Romano hacia el Vaticano, en señal de reconocimiento al nuevo centro de poder.
A la restauración de los dos edificios, el artista añadió la construcción del Palacio Nuevo e introdujo importantes modificaciones arquitectónicas en el desarrollo de un gran proyecto de estilo renacentista, el cual marcó un hito en su época.
Entre otras remodelaciones importantes, Miguel Ángel diseñó la construcción de la Cordonata, rampa escalera a través de la cual se puede acceder a la plaza desde la base y el pavimento, en cuyo centro construyó el pedestal sobre el cual se fijó la estatua de Marco Aurelio.
Por diversas razones, el desarrollo de la obra no avanzó al ritmo deseado y sólo fue concluida en su totalidad en 1664, un siglo después del fallecimiento del artista, cuya genialidad está presente hoy en cada rincón del espacio que diseñó hace casi 500 años.
Plaza Navona
En el corazón del centro histórico de Roma se abre al mundo la Plaza Navona, una de las más conocidas y pintorescas de la ciudad, distinguida por la presencia en ella de elementos que la convierten en una vitrina de exaltación al período barroco, con obras de Lorenzo Bernini, Francesco Borromini y Girolamo Rainaldi.
Otrora sede frecuente de espectáculos y celebraciones hasta el siglo XIX, este espacio romano de encuentro, socialización y disfrute para propios y extraños, sigue siendo el lugar donde se realiza cada año el inicio de la Navidad y la Epifanía, con el mercado tradicional de productos para esas festividades.
La Plaza Navona fue construida a mediados del siglo XVII por indicación del entonces papa Inocente X, Giovanni Battista Pamphillj, en el lugar donde 12 siglos antes funcionó el estadio de Domiciano, llamado así en honor al emperador que ordenó su construcción entre los años 85 y 86.
Con sus mil metros de largo y capacidad para unas 30 mil personas, la instalación deportiva sirvió de sede a competencias de carreras, lucha y boxeo. En el siglo II fue restaurado por emperador Alejandro Severo, más conocido como Alejandro Augusto, por lo cual a partir de entonces fue denominado Circo Alejandrino.
La plaza conservó la forma rectangular del estadio, circundada por edificios construidos en el lugar donde alguna vez hubo gradas, entre los cuales sobresale el Palacio Pamphillj, sede actual de la embajada de Brasil en Italia, construido entre 1644 y 1650.
Descollan también, la iglesias de Santa Agnese in Agona, erigida en el siglo VII y reconstruida en 1653 por Borromini; la del Sagrado Corazón, edificada en 1450; el Palacio Braschi, construido a finales del siglo XVIII, donde radica hoy el Museo de Roma, el Palacio Torres y el Palacio Tuccimei.
Al centro de la plaza, la Fuente de los Cuatro Ríos, compuesta por una tina elíptica en cuyo interior se alzan cuatro figuras sobredimensionadas de mármol en representación de los ríos Nilo, Gange, Danubio y La Plata, estructura sobre la cual se alza la réplica de un obelisco egipcio, ubicado con anterioridad en el Circo Massenzio.
Otras dos fuentes son la del Moro, proyectada por Bernini y concluida en 1654 por Giovanni Antonio Mari y la de Neptuno, cuya tina fue diseñada por Giacomo della Porta en 1575-1576, en tanto las esculturas de Antonio DellaBitta y Gregorio Zappalá, fueron ubicadas allí en 1878.
La Plaza Navona fue escogida para la ambientación de filmes como ‘Ayer, hoy y mañana’, de Vittorio de Sica, con Marcello Mastroianni y Sofía Loren en los roles protagónicos y ‘El talento del Sr. Ripley’, de Anthony Minghella, con la actuación de Matt Damon, Gwyneth Paltrow y Jude Law.
Además de sus valores históricos, artísticos y arquitectónicos, la Plaza Navona se enriquece con la presencia de pintores, actores y músicos, quienes refuerzan el ambiente bohemio que contribuye a conectar el pasado con el presente y con el cual este espacio se reafirma como uno de los más seductores de Roma.
San Pedro
De todas las plazas de Roma, aunque realmente pertenece a la Ciudad del Vaticano, la que más impresiona por su monumentalidad y simbolismo es la de San Pedro, realizada por Gian Lorenzo Bernini por encargo del papa Alejandro VII entre 1656 y 1667.
El propósito del pontífice era crear un espacio lo suficientemente amplio para acoger a los miles de creyentes en las celebraciones litúrgicas y al mismo tiempo exaltar su poder y el de la iglesia católica.
El resultado fue una obra maestra de la arquitectura barroca presidida por la fachada de la Basílica de San Pedro y su imponente cúpula diseñada por Miguel Ángel.
Con sus 320 metros de largo y 240 de diámetro central, la explanada consta de dos partes, una en forma de trapecio invertido, delimitado por dos brazos que nacen en la entrada principal de la basílica y otra elíptica, flanqueada por columnatas semicirculares.
En total son 142 columnas de mármol de 16 metros de alto, alineadas en hileras de cuatro, dispuestas de tal forma que transmiten una doble impresión visual de apertura y cierre al servir al mismo tiempo de muro y corredor.
Ambas columnatas están rematadas por balaustradas, con pilares sobre los cuales se yerguen 140 estatuas de santos, además de las de los doce apóstoles y Jesucristo, colocadas en la fachada del templo.
Un detalle curioso que llama la atención de los miles de turistas que visitan la plaza cada día es el efecto óptico producido cuando las columnas de cada hilera parecen estar alineadas, si se les observa desde dos puntos marcados de la explanada.
En el centro del eje mayor de la Plaza de San Pedro fue colocado en 1586 un obelisco egipcio de 25 metros de altura y 327 toneladas de peso, flanqueado por dos fuentes gemelas diseñadas por Bernini, detalles con los cuales quiso resaltar la grandiosidad de uno de los espacios emblemáticos de Roma.
*El autor es corresponsal de Prensa Latina en Italia
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