Por Antonio Rondón
Moscú, 6 ene (PL) La muerte sorprendió al compositor Vladimir Shainski, otro de los grandes del arte ruso, autor de canciones para conocidos dibujos animados de este país, cuando con 93 años aún mostraba fuerzas para crear.
Aunque en el 2000 viajó a Israel y luego a Estados Unidos, su inspiración y trabajo conocido quedó en casa, desde donde partió a otras partes del mundo en canciones de dibujos animados como el cocodrilo Guena o Cheburashka, conocidos personajes del repertorio infantil en la antigua Unión Soviética (URSS).
Padre de tres hijos, Shainski es otro de los símbolos de la época dorada soviética, uno de los ‘últimos mohicanos’, como lo consideró el también compositor Alexander Zhurbin, defensor del espíritu nacional en la música.
Nacido en Kiev -hoy capital de Ucrania-, Shainski fue evacuado a Tashkent durante la II Guerra Mundial, luego estudió allí y terminó el conservatorio en Moscú, para después graduarse de composición en Bakú, Azerbaiyán.
En su repertorio figuran baladas para los soldados, canciones del repertorio romántico soviético y de más de una decena de filmes y musicales infantiles.
Precisamente, en 1971 compuso la canción para el primer dibujo animado de Cheburashka, un personaje antológico de la animación soviética, que lo inmortalizó, aunque antes crearía Antoshka para una película infantil, también otra de sus obras para la posteridad.
Sus canciones, dotadas de una increíble sencillez y que acompañaron a dibujos animados soviéticos, adquirieron notoriedad, aun cuando en muchos casos eran expuestos en naciones donde no se hablaba ruso.
La carrera de compositor de Shainski se inició con piezas para cuartetos de música de cámara, pero a mediados de la década de 1960 ya componía canciones para la estudiante de la escuela de música de Moscú Ippolitova Ivanovna, conocida mundialmente como Ala Pugachova.
Claro que algunas de aquellas melodías pasaron inadvertidas hasta el éxito de Arlekino, cantado por Pugachova, que la lanzó a la fama en la década de 1970. En el primer bloque de sus canciones también entró Shainski con sus composiciones.
En medio de una ola de rescate de los valores positivos de aquella época -incluido lo hecho para los niños-, Shainski queda en el pedestal de honor de la cultura soviética y rusa, y su alma sigue viva en cada repetición de las aventuras de Guena y Cheburashka.
Aun después de entrar en tiempos de mercado, los afamados personajes infantiles, a los que el fallecido compositor le puso voz, miran desde las vidrieras, sin descuido y con afecto, a los niños que en todas las épocas son iguales de sinceros y directos.
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