TIROFIJO…ANTE LA HISTORIA

Yezid Arteta Dávila  
María José sabe que estuve en la guerrilla. Yezid, me preguntó en el apartamento en el que vive de arriendo en el populoso sector de Lavapiés de Madrid ¿tú conociste a Tirofijo? Si, le respondí luego de guardar unos segundos de silencio, en algunas ocasiones lo vi y en otras entablé un breve dialogo con él. Su pregunta me tomó por sorpresa porque sé del poco interés que ella tiene por los sucesos políticos de Colombia.

En combate

María José es una de los millares de colombianas que, hace más de una década,abandonaron el país. Recaló en La Península con el fin de ganarse la vida y debido a la crisis económica que padece España hoy pasa dificultades a pesar de haber obtenido la nacionalidad ibérica. La violencia cotidiana y la falta de oportunidades son las principales razones que argumentan los más de cinco millones de colombianos que viven en el exterior para abandonar el país.

Es cierto que Tirofijo fue un hombre terrible, siguió preguntando María José mientras trataba de refrescarse con un abanico sevillano que agitaba con su mano derecha. El verano en Madrid es ardiente y por momentos se puede comparar con el sofocante calor que predomina en Valledupar o Magangué. La miré y sonreí.

MarquetaliaLas guerras que ha vivido Colombia no pueden mirarse de la misma manera como se ven las series de dibujos animados, dije, en las que hay un Piolín o un Correcaminos siempre en peligro de caer en las fauces de Silvestre o del Coyote. Un conflicto no es una seguidilla de sucesos entre buenos y malos. Manuel Marulanda Vélez, más conocido como Tirofijo, no fue un hombre bueno o un hombre malo, simplemente fue un campesino al que los avatares del destino lo convirtieron en uno de los personajes más relevantes de la historia colombiana.

Cómo, un campesino que a duras penas consiguió ir a la escuela, consiguió bajo su mando, constituir a uno de los ejércitos revolucionarios más grande del planeta, merece un trato singular por cuenta del mundo académico y literario. Llama la atención que los biógrafos colombianos no se hallan fijado en la estatura histórica de quien fuera el fundador y líder máximo, hasta su muerte, de la guerrilla de las FARC EP. Sólo, el fallecido escritor Arturo Álape, logró acercar la figura del legendario guerrillero a la pequeña masa de lectores colombianos[1].

Formación

La vida de Tirofijo fue dramática, novelesca. Nació como cualquier labriego pobre de Latinoamérica y murió, de muerte natural, en su campamento de guerra acosado por una de las más complejas y eficaces maquinarias bélicas que pueblan la tierra: la Fuerza de Tarea Omega. En la historia contemporánea son escasos los hombres de guerra que pudieron resistir y sobrevivir a sus enemigos más de un año, un lustro, una década, en fin, sin perecer en su ley. Manuel Marulanda lo consiguió: duró más de medio siglo en la selva, echando y recibiendo tiros, sin perecer en batalla.

En la vida del guerrillero Manuel Marulanda Vélez hay dos momentos que, a mi modo de ver, muestran sendas facetas, tal como si fuera una biografía en dos volúmenes. Un primer momento que va desde la Operación Marquetalia de 1964, hasta su primera aparición en público a principios de los ochenta[2]. El segundo momento comienza con la Séptima Conferencia de las FARC en 1982 y la firma posterior de los Acuerdos de la Uribe, hasta su muerte en marzo de 2008 en un remoto paraje selvático del oriente del país rodeado de sus camaradas de lucha.

Marulanda PielrojaLos octogenarios Jaime Guaracas, quien hizo parte de la jefatura fariana, y Miguel Pascuas, actual miembro del equipo de negociadores que las FARC EP desplazó hasta La Habana, son quizá las dos únicas personas vivas que pueden contar con pelos y señales lo que fue la trashumancia de Manuel Marulanda entre las décadas de los sesenta y los setenta. Son los tiempos míticos de Tirofijo. Los tiempos que la mayoría de colombianos desconocen y que van íntimamente unidos a la resistencia campesina y los movimientos de colonos.

A partir de los ochenta vemos al Tirofijo mediático. Un hombre que por carácter y sentido de lo colectivo desdeñaba la figuración y la fama y sin embargo era el centro de la noticia y el chismorreo porque en ese momento, como dicen los pescadores de los mares del norte, era uno de los hombres que cortaba el bacalao, la pieza con la que se podía completar el rompecabezas de la paz en Colombia. Era el líder guerrillero asediado por centenares de lentes y grabadoras provenientes de todos los vientos que querían registrar su imagen, sus gestos, su voz.

El Tirofijo de la era de la imagen es el que ha quedado tatuado en la memoria de Colombia y el resto del mundo. Transcurría el abortado proceso de negociación del Caguán y un enjambre de periodistas se hacía alrededor de un líder guerrillero que, hasta entonces, había sobrevivido a todas las guerras y sin embargo se mostraba con el sencillo ropaje de un campesino. Si no fuera por la pistola que llevaba al cinto a nadie se le hubiera ocurrido que era el comandante en jefe de la guerrilla revolucionaria más grande del hemisferio occidental.

boteroLos tiempos en los que era posible hacer una especie de hagiografía alrededor de un líder son clavo pasado. La biografía de Pedro Antonio Marín o Manuel Marulanda Vélez o Tirofijo, tres nombres distintos y un solo hombre, está en mora de hacerse. Habría que pensar y narrar, como hombre que fue, en un Tirofijo que tuvo aciertos y yerros. Pero no hay duda alguna en que Manuel Marulanda Vélez fue un idealista que resistió y luchó por unos ideales.

En los procesos de paz, tal como el que se adelanta en La Habana entre el gobierno del presidente Santos y la guerrilla de las FARC EP, se acude finalmente a un narrativo sobre las razones que originaron un conflicto y sus protagonistas más relevantes. Se busca que las nuevas generaciones comprendan las raíces de la violencia y porqué no es recomendable acudir a ella. De esta manera las sociedades podrán visionar todas las facetas de hombres como Manuel Marulanda Vélez./EN EL PUENTE: A LAS SEIS ES LA CITA

Yezid Arteta Dávila  

[1] Las Vidas de Pedro Antonio Marín, Manuel Marulanda Velez, Tirofijo, Editorial Planeta, 1989 y Tirofijo: Los Sueños y las Montañas, editorial 21, Buenos Aires, 1998.

[2] Manuel Marulanda Vélez junto con otros miembros del Secretariado de las FARC EP. Marulanda y Jaime Guaracas aparecen con el rostro descubierto y los demás integrantes del Secretariado ocultan sus rostros con capuchas.