Es fácil trasladarse entonces desde el elevado de Los Ruices (municipio Sucre), lugar donde parte la llamada caminata, hasta la altura de la plaza José Martí de Chacaito (municipio Chacao), lugar de cierre del acto proselitista del «flaquito», como se refiere a sí mismo el candidato.
En medio del camino, el tránsito se mantiene tranquilo y con poca presencia de funcionarios de seguridad en pleno Chacao, localidad que se ha convertido en uno de los tres municipios más peligrosos del estado Miranda junto a Sucre y Baruta, todos gobernados por miembros de la derecha.
Los funcionarios de seguridad de estos tres municipios -que concentran el 30% de los hechos criminales del estado Miranda, entidad gobernada por Henrique Capriles y que se mantiene como la más violenta del país al registrar la mayor cantidad de homicidios, robos y secuestros del territorio nacional- son los que custodian la caminata del gobernador. La presencia policial se observa sólo en los lugares donde se encuentran los portavoces de la derecha.
El bate, el pitbull y el «I Love Capriles»
La caminata, convocada para las 7:30 de la noche, se convierte en concentración a eso de las 8:00.
Al final del elevado de Los Ruices un hombre cabeza rapada con un bate en la mano derecha y en la otra un Pitbull sin bozal, observa con mirada amenazante a cada persona que pasa. Junto a él se mezclan las camisetas de la campaña del «flaquito». La ya conocida «Hay un camino», vendida a 150 bolívares, y la bilingüe «I Love Capriles» son de las favoritas del público.
El fondo musical es el Gangnam Style del artista surcoreano PSY, tema favorito de los caminantes que se combina con la canción «Hay un camino» utilizada en la campaña de Capriles para las elecciones del 7 de octubre en las que resultó perdedor.
«Venezuela se montó en el autobús», dice aquella canción del aspirante de la burguesía que se enfrenta a un obrero, Nicolás Maduro, exchofer del Metrobús de Caracas.
Se puede caminar con facilidad, la noche es fresca, hay espacio suficiente para no sentir si quiera el calor de la gente, no hay que empujar ni abrirse camino, todo muy cómodo y relajado.
Al bajar el elevado de Los Ruices está la primera concentración de personas que llena el espacio que hay entre el elevado hasta la bomba BP que está en la esquina, unos 100 metros cuadrados. Ahí en una pequeña tarima de 10 metros, más pequeña que el aviso del local Rancho Criollo que se encuentra al lado, interviene Antonio Ledezma y pide: «No podemos dejar a Capriles solo».
Minutos más tarde, salta a la tarima Ismael García. Las personas hablan por celular mientras él expone sus ideas y compara a Capriles con un «gallo fino».
En medio de la escena periodistas del Sistema Bolivariano de Comunicación e Información (Sibci) realizan su trabajo e intentan entrevistar a los presentes. Algunos pocos responden, pero más son los abucheos, insultos y amenazas dirigidas en su contra. «Jala bolas», «ya les queda poco para que se queden sin trabajo», expresan seguidores de Capriles.
En las calles anexas a la avenida Francisco de Miranda, el tráfico fluye con total normalidad. A las 8:20 de la noche, en medio de la avenida, una señora mayor pregunta: «¿Dónde está Capriles?», y un hombre a su lado responde: «Señora, eso es muy sencillo, todavía no hay gente».
«Llegó»
A las 8:30 de la noche llega Capriles, se encienden las motos. Las personas que lo esperan y que ansían caminar en su compañía tienen que hacerse a un lado, los escoltas las apartan.
Una vez que Capriles llega a Los Dos Caminos, sale corriendo escoltado con motos que le abren paso entre las personas que se quitan del camino como si fuera un sálvese quien pueda. «¿Lo viste?», «¿ese era Capriles?», ¿qué está pasando?», «¿por qué corren?», se preguntan los presentes, frustrados en medio del alboroto y el desorden.
En medio de la oscuridad que hay en la avenida Francisco de Miranda desde el centro comercial Millenium hasta la estación del Metro Miranda, por falta de iluminación en los postes de luz, Capriles pasa corriendo mientras algunas mujeres caen al piso al tropezar por el mal estado de las aceras y el pavimento, la anarquía reina por minutos.
Un grupo de simpatizantes de la Revolución se acerca para mostrar su apoyo al candidato Nicolás Maduro. La respuesta de los caprilistas es: «Jódanse, Chávez se murió».
Luego de unos 30 minutos de trote llega Capriles a Chacaíto. Ahí lo espera una tarima que es abrazada por torres empresariales y ejecutivas que rellenan los espacios de la urbanización El Rosal.
«Mi mayor preocupación es salir a rumbear»
A las 9:00 en punto Capriles inicia sus palabras, sus seguidores buscan el mejor espacio para verlo, hay suficientes para escoger. Algunos se adueñan de las escaleras de las torres, mientras otros se acercan lo más posible a la tarima.
En esta ocasión, Capriles hace un intento por arrancar su acto con el Himno Nacional. Un intento.
Invita a una estudiante a expresar sus ideas en la tarima, ya han pasado algunos minutos. La estudiante que se identifica como Mariely Fermín, manifiesta: «Mi mayor preocupación es salir a rumbear en las noches porque nos gusta demasiado».
Luego Capriles narra la historia de un niño que según dice fue a visitar en una zona que no identifica. Para el gobernador de Miranda, la más peligrosa del país, en esa visita lo que le resultó más llamativo fue la petición que le hiciera aquel niño: «Yo quiero que tú derrotes la violencia».
El gobernador del estado que registra el mayor número de homicidios del país aprovecha la inocente y certera petición, que asegura le hizo aquel niño, para decir: «No hay una sola propuesta de este gobierno para derrotar la violencia».
El discurso de Capriles llegan a su fin. Antes de culminar invita a sus seguidores a que asistan el próximo domingo al acto de cierre de su campaña en Caracas en la avenida Bolívar.
El cronómetro marca los 11 minutos, con ellos las últimas palabras de Capriles. Enseguida explotan cohetes y suena la música de su campaña. Una vez culminado el acto, los asistentes comienzan a retirarse, pero antes presencian a la vuelta de la esquina, que algunos de los presentes que caminaron «contra la violencia» se despiden «a punta de coñazos».
Fueron 30 minutos de trote y 11 de discurso./AVN