EDITORIAL (Andes-Ecuador)
La confusión de conceptos sobre memoria, incertidumbre y cinismo indica la penuria teórica del pensamiento de extrema izquierda y la persistencia e incapacidad manifiesta de una derecha que sabía cómo hacerlo y ahora pretende volver a Carondelet por el vuelto, como si el dolor que produjo la crisis del sistema financiero 1998-1999 se hubiera olvidado.Pues sí, amigo lector: en el ámbito de las ideas ocurre –ni más ni menos- lo que en la política: un minúsculo sector que pasó medio siglo buscando íconos de culto, y frases cargadas de adjetivos sin entender el verdadero espíritu del Socialismo, de tanto ir hacia la izquierda terminó arrimado a la derecha -hombro con hombro- aparentando un falso gesto de incomodidad tras el dialéctico e inevitable reencuentro.
Y no hay que ser muy inteligente para entender que prominentes figuras oligárquicas -o de la izquierda infantil y maoista- sin una pisca de escrúpulos ni deseos o capacidad para aproximarse a los principios humanistas del liberalismo o del socialismo utópico, han jurado mantener, hasta que los intereses los separen, unas muy sospechosas relaciones. Banqueros, abogados socialdemócratas de intereses oscuros, socialcristianos y náufragos de esa barca de madera de balsa –que son la misma cosa-, fracasados ecologistas, maestros tirapiedras que no saben enseñar y estafan al Estado con su inacción, nihilistas amargados y, claro –cómo no- traidores y perjuros que prometieron redimir a los sectores más vulnerables de la sociedad, están juntos.
La estrategia de convivencia apunta al proceso electoral que se avecina en Ecuador, y es un acuerdo para donar su propio excremento a las operaciones financiadas por el Departamento de Estado de los EE.UU., y tratar de boicotear la reelección de Rafael Correa Delgado. Aparentemente han trazado una línea imaginaria ideológica que los pone en andariveles diversos, pero son alas radicales de la misma gallina que, según el filósofo de la glotonería, Joffre Torbay, no se la puede comer la víspera sino el día, que no será otro que el de las elecciones en febrero de 2013
De ahí que la fecha de caducidad de este reencuentro, desde la miseria humana de sus dirigentes y la rentabilidad proveniente de las arcas de Tío Sam, será el preludio y epitafio de su sepultura política, pues las posiciones de los victimarios les impedirán extraer un voto reflexionado entre las víctimas de la lenidad de los jueces, la voracidad de los banqueros y las falsas promesas de los herederos de los viejos partidos políticos.
La exigencia de luchar contra la corrupción, o la conveniencia de introducir una perspectiva de justicia social en el Ecuador profundo, no pueden surgir de una izquierda atrofiada por la amargura y el prejuicio, ni de una derecha reencauchada que hoy –más que nunca- se encuentra vapuleada en el mundo global, a pesar de que sus mentores y futurólogos de las agencias multilaterales de crédito habían prometido larga vida.
Los ideales de la Ilustración, de las revoluciones socialistas del siglo XX y de la democracia participativa y deliberativa de la última década, por primera vez están plasmándose como utopías consumadas en el Gobierno de la Revolución Ciudadana, a través de la reducción de la pobreza extrema, la creación de fuentes de empleo -a pesar de la crisis del mundo capitalista-, el manejo transparente de la macroeconomía, incentivos directos a los microemprendedores para que se formalicen, y educación pública gratuita y de calidad a quienes les estaba vedada, hasta hace muy poco tiempo.
Lo que ha sucedido en el ámbito del pensamiento con el infantilismo de unos, y las actitudes profundamente calculadas de otros, no entra en el terreno de la batalla ideológica contra una persona, sino contra un modelo de justicia social y equidad.
El veneno de la frustración les ha impedido construir un discurso dogmático en lo teórico, pues apenas están dosificando el odio que les carcome a lo que se hace, y a quien lo hace. Esta forma de escepticismo crítico y negativo, que sus voceros pretenden vender a la ciudadanía como una reflexión progresista, es un búmeran que se volverá contra este falso radicalismo plagado de viejas certezas y cuestionados convencimientos, aparentemente dirigidos a beneficiar a los sectores más postergados del país.
Esta confrontación, que ha empezado como una guerra de baja intensidad, es un arma de doble filo, porque la incertidumbre que aseguran haber creado es la puerta que los conducirá a enfrentar a su propio destino, cuando luego de febrero tengan que aceptar que ya no tienen a quien endosarle su responsabilidad histórica.
Tampoco podrán esgrimirla como excusa que legitime la cobardía y traición a los intereses populares. No basta que los escribanos utilizados por la prensa mercantil y cicatera, convertidos en voceros de los grupos oligárquicos y, como tales, en actores políticos, defiendan los derechos de los de abajo que, en el mundo capitalista, están siendo severamente pisoteados.
Hace falta, además, que se quiten la máscara y se identifiquen con propiedad frente a ese falso espacio de realización que están ofreciendo a quienes jamás consideraron como iguales.
Es extraño que no hayan entendido aún que no existe pureza de sangre, ni siquiera en materia de ideas, peor en el mundo de las acciones, porque los hombres libres aprendieron a identificar a quienes deformaron la historia con una estructura social y económica injusta./Andes