Luis Napoleón de Armas P
La reciente frustrada “reforma a la justicia” por la presión ciudadana, es un síntoma de que el espíritu refundador está presente en la agenda de nuestra clase congresista, que hoy es un nuevo estrato supra social. Se creía que apenas eran el 35% del Congreso de la República, pero son mucho más. La mano negra no duerme, estamos en manos de ella; su aferramiento a los privilegios sin límite y al poder, la desvela. Ha demostrado ya que tiene capacidad política, económica y militar para torcer la historia e impedir que los procesos sociales fluyan libremente; es una estructura férrea que ha demostrado ser capaz de cualquier cosa para mantener el statu quo: narcotráfico, paramilitarismo, corrupción, violencia, engaño, son algunas de sus armas deletéreas; mantiene una lucha sin cuartel contra la justicia social; ellos son los bárbaros de la civilización y de la democracia a las cuales fingen defender. Pero no, solo están infiltrados, como cualquier Santoyo, en lo alto de las estructuras de la sociedad; desde allí otean y controlan gobiernos, empresas y sociedad civil; su accionar es sigiloso y seguro; manejan información privilegiada y por eso le apuestan siempre a ganar; son casi indefenestrables. Por eso vemos que el senado parece un ancianato; son lastres pegados allí porque no han encontrado algún heredero que los sustituya lealmente. Ese es principal obstáculo que tenemos, como Nación, para desarrollarnos. Un reciente libro de economía titulado “Por qué fracasan las naciones”, de la autoría de J. Robinson y D. Acemoglu, referenciado por la revista SEMANA, y considerado el libro del año, destaca un nuevo paradigma económico y social. Según los autores, la política es el factor determinante para el desarrollo y progreso de las naciones y no al revés como lo pregonan los neoliberales; “la economía, estúpido”, dijo Clinton. Estos autores lo niegan; “la política, estúpido”, comentó un crítico lector. La pregunta clave, según los autores, es, ¿por qué hay países muy ricos y otros muy pobres?. Dicen los autores que no son los factores culturales, ni geográficos, sino las reglas del juego que se deben mantener a lo largo de los años, donde no haya exclusiones ni privilegios de unas élites. Sostienen que el futuro de las naciones depende de la forma como los pueblos organizan sus sociedades y que las naciones fallan porque sus estructuras son débiles y “extractivas”, es decir, excluyentes. Para sustentar sus tesis analizan varios países, pobres y ricos, entre ellos Egipto, Sierra Leona, China, Gran Bretaña, Estados Unidos, México y Colombia. Sobre este análisis puntualizan que, por ejemplo, EE.UU y Gran Bretaña son ricos por tener sociedades abiertas e incluyentes; Egipto y Grecia, pese a ser países con una amplia tradición cultural y con grandes avances en las ciencias, en la antigüedad, hoy son países pobres. Citan el caso de Carlos Slim quien gracias a sus influencias políticas ha tenido un gran éxito en la economía mexicana pero en los EE.UU no. Sobre Colombia dicen que la debilidad del gobierno central ha permitido que amplios sectores geográficos hoy estén fuera de control con la anuencia de instituciones extractivas. De ahí que este país, concluyen, sea uno de los países mas desiguales del mundo. La verdad es que estas tesis de dos voceros del mundo capitalista no hacen sino reconocer, sin explicitarlo, los postulados de Carlos Marx. Este es un reconocimiento de que el capitalismo tiene una visión sesgada de la economía.
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