Por Alejandro Hartmann Matos (Especial para Prensa Latina) *
Baracoa,Cuba (PL).- Personaje famoso de nuestra Ciudad Primada, está relacionado con las tradiciones de nuestra Villa. Tuvo que ver siempre con los malestares que golpearon a nuestros coterráneos por aquellas épocas de muchas vicisitudes.
A partir de los vaticinios maléficos que él presagió para la región de Baracoa, a finales de la década de 1890, su premonición ha pasado de boca en boca hasta hoy. Es curioso que no se haya recogido su estancia por estas tierras en los libros del historiador local, Don Ernesto de las Cuevas y Morrillo, publicados entre 1919 y 1930.
Oralina Morales, una nonagenaria de la localidad, me informó que «su abuela le contaba que ellos vivían, en los últimos años de la centuria del siglo XIX, en la finca Guanabanao -llamada Las Mercedes, por el nombre de su abuela, Mercedes Brocard Carcasés, hija de franceses asentados en Baracoa.
En esa estancia, una tardecita cuando estaba conversando con su abuelo, en la cocina, esperando que terminara la comida, de repente se le apareció «El Misterioso», como se le conocía en aquel entonces. «El pelú» se le empezó a llamar hace unos cincuenta años.
Tenía una barba de pelo rizo sin peinar; llevaba los pantalones remangados; era de piernas gordas y andaba descalzo. Su abuelo lo recibió, lo invitó a comer y a quedarse a dormir, pero le respondió que no dormía en cama, ni aceptaba la invitación. Agradeció el gesto.
Lo único que le interesó fue pasar a ver un altarito que mostraban en uno de los cuartos, con una imagen de la Virgen de la Caridad. Su abuelo le obsequió un tabaco y se fue inmediatamente. Le dijo que en la comarca se conocía como hombre pacífico.
Cuando llegó a Sabana, se rieron de él por su estrafalaria manera de vestir, por las cosas que hablaba y hacía. Era una cosa extraña, decía mi abuela. Allí le tiraron piedras y le predijo al pueblo que pronto sería quemado. Empezó la guerra y lo incendiaron»
El moderado florecimiento que le dio a la región la producción y exportación de guineos (bananos) en los primeros cuarenta años del siglo XX, hizo caer la leyenda en el olvido, por algunos años, en los sectores de la sociedad que recibieron el beneplácito del boom. No fue así para la gran mayoría desposeída de los servicios sociales necesarios.
En los periódicos y revistas de ese período no hay mención al célebre personaje, aunque nunca fue preterido en la memoria colectiva
Conversando con el historiador y arqueólogo de Jauco, Fermín Rodríguez, quien sobrepasa los 93 años, nos comentó que «El Misterioso» deambuló por Chafarina, Los Llanos, La Asunción , El Diamante, Cantillo, Los Gallegos de Jauco, Río Seco, Guajimero, Casimba Arriba, Casimba Abajo, Jauco y otros poblados del municipio de Maisí.
Se trasladaba a pie de un sitio a otro. Muchos pensaban que era un loco, aunque no fue agresivo. Era un hombre muy tranquilo. No ofendía a nadie. Hubo personas que le tenÃ�an miedo. Otras le ofrecían comidas, le brindaban café.
Si había un altar de cruz o un montecalvario, o un velorio, él se ponía por los alrededores y rezaba. Nunca lo molestaban. Fue en Sabana donde lo apedrearon. Entonces maldijo a sus pobladores. Unos dicen que les pronosticó que iba a ser quemado el pueblo. Otros, que no tendrían agua y que Baracoa padecería de mucha hambre.
En 1952, el sagaz historiador y periodista de la localidad, Pelayo Yero Martínez, publicó un artículo en el que utiliza la denominación de «El Pelú». Hasta ese momento no había aparecido en la prensa escrita otro comentario.
A partir de ese trabajo empieza a llamársele «El Pelú». El mito se va a retroalimentar en la población que transitaba en ese período por las mas tristes penurias. Ya no había guineo por lo que no había ninguna sobrevivencia. La consigna popular de ese tiempo nos lo reafirma: SIN GUINEO NO HAY BARACOA. De nuevo se empieza a hablar de «El Misterioso» o «El Pelú»â�ó
Es Generoso Rodríguez, un amigo del polígrafo, quien le pide dar a conocer al famoso personaje: «Pues ahí va lo único que sé (Y sé que no sé nada): Se llamaba «El Misterioso» Vicente Rodríguez, era natural de Posa (provincia de La Coruña), donde naciera en 1857; siendo paisano y amigo del gran Paulino Porta.
«Vino como la mayoría de los españoles… con boina, logró hacer capital en Santiago de Cuba como comerciante y persona de no escasa inteligencia; por un accidente de la vida de revelación, donde juega papel importante la palingenesia, se convierte en misionero; da todas sus pertenencias a los pobres (que bendijeron su determinación), se convierte a evangelizar a tantos malandrines y granujas, que hacen mangas y capirotes y a los que no les cae el peso de la justicia.
«Vino a Baracoa sobre 1893, fecha en que fue tratado con más delicadeza; su error estuvo en volver en 1896; le cortan el pelo en Sabana, le maltratan, le apedrean, y de ahí nace la maldición del Pelú: «Sabana no tendrá agua y Baracoa se morirá de inanición».
Víctor Manuel Court, un apasionado defensor de la Ciudad Primada, como, delegado de los Organismos Oficiales y Patronales del Sindicato General de Obreros Marítimos y Similares, en el Centenario del nacimiento de José Martí, hace una interesante publicación en la que manifiesta que debía terminarse la maldita maldición del Pelú porque «Baracoa, la tierra bendita y hospitalaria, sigue viviendo su gran tragedia de abandono, dolor, miseria, emigración y muerte.
«Con el transcurso de los años, se confirma una vez más la histórica y fatal maldición de aquel misionero que llamaban El Pelú, que en el año 1897 andaba por nuestras calles, y un grupo de muchachos le chiflaban y tiraban piedras, una de ellas le dio en la cabeza y cuando manaba abundante sangre sólo dijo: la maldición que le echo a este pueblo es que tenga grandes iniciativas, y que ninguna llegue a la realidad; pues parece confirmarse en nuestro pueblo, que ha habido grandes iniciativas y ninguna han llegado a realizarse».
En 1952, José Ramón Jacobo George Urguellés prestó a Generoso Rodríguez la foto de «El Misterioso», tomada por el fotógrafo baracoano Elías Borges. Su nieto, Ramón Sergio George Torres (Monguitín), la conservó en su casa durante muchos años hasta donarla al Museo Matachín.
La mandamos al antropólogo, Manuel Rivero de la Calle, quien tuvo la amabilidad de hacer su caracterización: «El individuo que aparece en la fotografía lo podemos describir brevemente diciendo que es de estatura mediana a baja, de tez blanca, cara alargada, cabellos muy crespos, barba larga, muy rizada, nariz recta, ojos grandes, con la vista ligeramente desplazada al lado izquierdo. Labios medianos. Es de espaldas muy estrecha y al estar descalzo se puede apreciar que es de pies planos y grandes. Las manos son también fuertes y cuadradas. Las piernas gruesas, lo que sugiere una vida muy activa y andariega, de grandes caminatas.
«En la mano izquierda, que la tiene doblada, sostiene un pedazo de papel o tela, por lo que pudiera ser también un pañuelo. Sostiene con la mano derecha un jolongo de tela, de base cuadrangular, rústicamente elaborado, que está descosido por el borde inferior o fondo; por su rusticidad se supone que fue confeccionado por su dueño. Posee esta prenda una tapa larga, y está sostenido por un cordel.
«La ropa que lo cubre está constituida por un pantalón que está doblado por debajo de la rodilla. En la parte superior lleva una de las llamadas filipinas, que la tiene remangada por encima de las muñecas. La filipina está cerrada, aunque se observa una costura de arriba abajo por el frente. Posee cuatro bolsillos, dos de los cuales son bajos y grandes.
«Contienen en su interior cosas pesadas. En el del lado izquierdo sobresale un pequeño objeto no identificable. Este bolsillo está roto en su parte superior. En el lado izquierdo se observa otro, abierto, casi a la mitad de la prenda. Debió de haber tenido uno en el lado derecho, que está tapado por el jolongo.
«Tiene puesto un collar, constituido por medallas. Se observan cinco del lado derecho y tres del izquierdo, situadas a distancias irregulares. Está amarrada o cogidas a un cordel amarrado al lado izquierdo. En la parte inferior del collar cuelga una medalla, un poco mayor que las otras, y una cruz tremolada».
La foto por el dorso tiene escrito a mano el siguiente texto:»Vicente Rodríguez, natural de Posa, provincia de la Coruña, Ayuntamiento de Santa Marta».
Gracias a esa información se supo la identificación de esa legendaria figura. Ha pasado más de una centuria desde su aparición en esta región y, aunque «El Misterioso» o «El pelú» han quedado en la memoria popular, su vaticinio es una verdadera antitesis de nuestra realidad actual, llena de triunfos y esperanzas.Ω
ag/ahm
*Historiador de Baracoa y director del Museo Matachín. Colaborador de Prensa Latina