Clodovaldo Hernández
—La oposición nacional e internacional siempre ha dicho que “Venezuela está aislada”. La mayoría de las veces esa percepción ha sido falsa. En el caso actual de Libia, sin embargo, hasta aliados como China, Rusia y Brasil han adoptado posturas diferentes. ¿Será entonces que ahora sí estamos aislados?
—Venezuela está defendiendo una gran verdad, como lo hizo frente a la invasión de Afganistán. En octubre de 2001, cuando nadie se atrevía a hablar, el presidente Chávez dijo: “No se puede combatir el terrorismo con más terrorismo”. Y allí está Afganistán empantanado, dividido, con miles de muertos por los que nadie responde. Luego denunciamos la gran mentira internacional creada para justificar la toma de Irak y el robo de su petróleo. El devenir histórico lo confirmó. También denunciamos los ataques de Israel contra el Líbano, Gaza y la Flotilla de la Libertad. Son temas difíciles de la política internacional y la gran contribución nuestra es levantar la voz con fuerza para que poco a poco el mundo vea los factores imperiales de la violencia y qué hay detrás de sus acciones.
—Pero ¿con un personaje como Muamar Gaddafi no era mejor pasar agachados?
—Libia y Gaddafi han jugado un papel muy importante en la historia de las luchas reivindicativas del Sur. Desde finales de los 60 y a lo largo de los 70, 80 y 90, en la conformación de la Unión Africana, en la consolidación del Movimiento de Países No Alineados y del G-77 más China. Hace poco, muchos países recibieron a Gaddafi, le rindieron honores en Francia, España, Italia y hasta el propio (Barak) Obama. Condoleezza Rice lo visitó en el desierto. Ahora, que los acontecimientos han llevado a Libia a una guerra civil, pensamos que los países europeos y EEUU se aprovechan para derrocar a Gaddafi y apoderarse del petróleo libio. Esa es la verdad. No hay manera de pasar agachados.
—Venezuela acaba de capturar a dos guerrilleros del Ejército de Liberación Nacional y se dispone a entregarlos a Colombia. ¿Está de regreso la doctrina del enemigo común?
—Durante doce años hemos sostenido que no puede existir ningún grupo irregular ni nacional ni extranjero operando con armas dentro del país. La ley tiene que aplicárseles sean quienes sean y las fuerzas militares y policiales están en el deber de actuar. Aplicamos un principio muy claro: a Venezuela tienen que respetarla, no pueden traer acá su conflicto armado.
—En Miami hubo una destitución masiva de funcionarios consulares ¿Se contagiaron de algún virus en la Meca del antichavismo rabioso?
—Normalmente hacemos reingeniería organizativa en embajadas y consulados, refrescamientos, renovaciones de cuadros. En este caso, como las decisiones se refieren a esa zona, han caído en el circuito mayamero del chisme y la conspiración. No tiene sentido caer en los dimes y diretes de esa farándula política, de esa degradación. Irá personal nuevo, que se ha preparado mucho, incluyendo una cónsul, joven, profesional de la diplomacia y muy calificada.
—Regresó Jean Bertrand Aristide a Haití. ¿Qué espera Venezuela que ocurra de ahora en adelante en ese país?
—Nos alegra que Aristide esté en su tierra. Nuestro embajador (Pedro Antonio Canino) lo recibió el viernes en Puerto Príncipe. Esperamos que se le permita desarrollar su liderazgo. No hay que olvidar que él fue secuestrado por tropas estadounidenses, derrocado y expulsado de su país, en violación de las normas más elementales del derecho internacional.
—¿La decisión de alternar la secretaría general de la Unión de Naciones del Sur (Unasur) con Colombia, antípoda ideológica, significa una pérdida de influencia de Venezuela?
—La fórmula nos complace muchísimo. Es un paso hacia Suramérica que está dando Colombia y todo lo que hagamos para que Colombia esté incorporada a la dinámica de construcción de la unidad de Suramérica es beneficioso. La fórmula demuestra capacidad política para entendernos en temas complejos. La designación del ex presidente Néstor Kirchner duró en consulta casi dos años y medio, por dificultades del momento entre los gobiernos de Argentina y Uruguay, ya superadas afortunadamente. Temíamos que la designación del nuevo secretario tomara otros dos o tres años y apenas tomó doce semanas.
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Comprometido, pues
–Los vehículos del cuerpo diplomático estacionan a diario en la puerta de la Casa Amarilla. Falta poco para que veamos uno junto al pedestal de Bolívar. ¿Cómo resolver ese problema?
–Se ha tratado de mejorar un poco, pero las delegaciones internacionales que nos visitan deben ser recibidas por la puerta principal y eso amerita medidas especiales de seguridad. Se ha hecho un esfuerzo por mantener libre los espacios para la gente, sobre todo ahora, porque con la recuperación del centro de la ciudad, la Plaza Bolívar es un espacio vivo. Nos comprometemos a seguir ayudando, un poco más allá de lo que hemos hecho hasta ahora.
La cooptación es mejor en este momento histórico
Con 48 años de edad, Nicolás Maduro es, además de ministro de Relaciones Exteriores, vicepresidente del Consejo de Ministros para el área Política. Fue presidente de la Asamblea Nacional y, tiempo ha, dirigente sindical de la C.A. Metro de Caracas.
—Diosdado Cabello afirmó que en una Revolución consolidada, las elecciones internas no serán necesarias y que cederán paso a la cooptación. ¿Qué opina?
—El PSUV es expresión democrática de las mayorías que apoyan al Presidente. Combina la estructura de cuadros formados en la ideología bolivariana y socialista, con la capacidad para movilizar masas. Hemos ensayado distintas formas de consulta interna. No está excluida ninguna. La cooptación expresa este momento por la necesidad de afinar bien las direcciones regionales, municipales y parroquiales para una gran victoria en 2012. Los métodos irán perfeccionándose y variando de acuerdo al momento histórico.
—Después de 12 años no tenemos un movimiento sindical revolucionario sólido. El que se ha formado es tradicional, reivindicacionista, “ceteveco”, si cabe la palabra. ¿Por qué?
—Hay un movimiento muy fuerte en la base, la clase obrera está con Chávez y la Revolución. Quizás, el gran problema es que los principales dirigentes terminaron peleándose entre sí, buscando espacios individuales, y atomizaron la dirección nacional.
—¿Cómo asimila el desprecio que evidencian los opositores expertos en el tema diplomático? Hay uno que, con sorna, le dice “el conductor de la Cancillería”…
—Nunca me imaginé estar en esta responsabilidad. Estamos cumpliendo un papel importante para el país, por amor a la patria. Eso da fuerza contra los malos sentimientos, las envidias, los desprecios de esa derecha diplomática coctelera, que no son contra uno, sino contra el pueblo. El que yo esté aquí significa que el pueblo llegó a la Casa Amarilla.
—¿Manejaría de nuevo un metrobús?
—Yo creo que sí. Sigo siendo uno más de la calle. Hay que sentir todos los cargos como elementos transitorios. La vida de una persona son sus luchas, sus ideas, su gente, su familia, y ojalá uno pudiera volver a lo que siempre fue, con sencillez. Sería una oportunidad muy feliz. Ciudad CCS
CM