‘Slutwalk’, el grupo de mujeres que lucha contra la violencia sexual

Se autodemoninan ‘putas’ sin serlo para de esta manera luchar por la erradicación de este flagelo.

El sábado, más de cien mujeres protestaron en las calles de Lima (Perú). 'Se mira, pero no se toca', fue una de sus arengas.

«Las mujeres deberían evitar vestirse como putas para no ser victimizadas». La frase, de un policía canadiense, fue la mecha que detonó la paciencia de un grupo de estudiantes que decidió llevar su inconformismo a otro nivel: a las redes sociales y, luego, a la calle.Las imágenes de topless y con atuendos que dejaban muy poco a la imaginación llenaron la prensa del país. Miles de mujeres se vistieron como prostitutas para expresar que están hartas de que les digan que, así, invitan a la violencia contra ellas.

La iniciativa comenzó a principios de abril con Heather Jarvis, una universitaria de 25 años que bautizó a su nuevo grupo de Facebook con un nombre tan ‘vendedor’ como polémico: Slutwalk, algo como ‘Marcha de las putas’.

Desde su casa, en Toronto, donde alterna sus estudios de Desarrollo Internacional con el activismo feminista, le contó a EL TIEMPO que todo empezó con solo cinco personas de la Universidad de York y sin un peso.

Hoy, esta actitud se extendió a más de 20 países, con protestas que ellas ya no controlan y de las que se enteran a través de los medios. A la marcha en Toronto asistieron más de 3.000 personas. En la multitud, una joven como Heather caminaba sola y callada en medio de la algarabía y las arengas. Llevaba un jean holgado y una camiseta. En su pecho colgó un letrero muy simple: «Esto era lo que yo tenía puesto cuando me violaron».

«Es equivocado creer que solo las mujeres que muestran los senos son víctimas de abuso», dice Heather.

Ella también tiene su propia historia que no quiere escarbar ni revivir con palabras: algo que nunca supera del todo, que no se borra, que no se olvida y solo ella sabe si se perdona. «Sé lo que se siente creer que hiciste algo malo -cuenta-. Yo no estaba en el lugar equivocado ni estaba usando la ropa que no era. Sin embargo, hay mucha vergüenza entre las víctimas y ellas necesitan más apoyo, que la gente les diga que esto no es culpa de ellas».

«La falda estaba muy corta», «es que tomaste mucho licor», «por qué dejaste que te emborracharan», «con ese escote se te veía todo», «por qué lo metiste a la casa» son lugares comunes a los que suelen recurrir la Policía, los amigos y hasta los padres de las mujeres que sufren abuso, según Heather.

«Sin embargo -explica-, la mayoría de las veces son acosadas por personas que conocen, y dentro de los hogares. No hay una relación estadística entre cómo te vistes y la frecuencia con la que te acosan. Hay estudios que dicen que solo el 4 por ciento de los violadores recuerda qué tenía puesto la víctima».

Para ella, es claramente falsa la idea de que los hombres no se puedan controlar. Considera inaceptable que a una persona abusada la interroguen como victimaria, la recriminen por ‘dar papaya’ y, de paso, le digan que se lo merecía. «Cuando te roban, no te preguntan cuántas veces sacaste la billetera en la calle. Este crimen siempre se trata de forma diferente», asegura.

Pero ¿por qué surge este sentimiento en uno de los dos únicos países desarrollados del continente, y no en México o en República Democrática del Congo, donde las violaciones son masivas son otra forma de ejercer la guerra?

Heather no tiene respuesta. Ni toda la geopolítica que se ha tragado en libros le puede dar una salida más simple: «En todas las culturas y lenguajes las personas saben qué se siente cuando te llaman con una palabra ofensiva».

El hecho es que el movimiento ya se extendió, sin que ella haya hecho algo para activarlo, a países como India, Australia, Brasil, Inglaterra, Francia, Argentina, Corea del Norte, Panamá y Perú, donde salieron a marchar el sábado.

Las colombianas lo harán el 25 de febrero del 2012. «Nos levantaremos a decir a nuestra sociedad que ninguna mujer merece ser maltratada, acosada violentada y violada, independientemente del tipo de mujer que sea», asegura en Facebook Marcela Candela, que lidera la iniciativa nacional en la red.

Para Heather, el término puta es perjudicial, porque no tiene una definición específica y es utilizado como insulto para hacer que alguien que no merece respeto se sienta sucio.

En efecto, una mujer que sale más envuelta que un tamal puede ser llamada con la misma palabra que la que se acuesta con 20 hombres en una semana.

Sobre el origen de la palabra, hay muchas versiones, ninguna definitiva. Algunos aseguran que viene del latín putta (muchacha) o de putesco (podrido, apestoso).

«Creemos que su significado puede cambiar -asegura Heather-. Se ha utilizado de forma negativa durante muchos años, así que la tomamos para decir que el lenguaje puede ser regenerado».

Ella hace la analogía con lo que ha ocurrido con el uso de la palabra ‘marica’ entre los jóvenes colombianos, que incluso puede ser parte de un saludo cariñoso. «Antes, era un insulto. Ahora es muy raro escucharlo como algo negativo. La palabra ha vivido una gran transición», anota.

-¿Qué hace si alguien en la calle la llama puta?

-Le voy a decir: ‘Está bien’. Voy a tomar esa palabra y la voy a usar como significando que yo tengo el control de mi sexualidad y que cuando digo ‘no’, es ‘no’… Así esté desnuda.

A la iniciativa no le han faltado detractores. Louise Bagshawe, miembro del Partido Conservador, en Inglaterra, aseguró en un debate televisado de la BBC que la ‘Marcha de las putas’ incentiva la promiscuidad: «Es un comportamiento autodestructivo. Vestirse de estas formas exhibicionistas es promover un comportamiento que es dañino para las mujeres».

Ese mismo mes, el activista británico antipornografía Gail Dines escribió en The Guardian que no hay nada bueno en autoproclamarse puta. «De hecho, están haciéndole la vida más difícil a las niñas que están tratando de llevar su camino a través del engañoso camino de la adolescencia», agregó.

Hartas del piropo agresivo

Al parecer, ni los velos islámicos escapan de la voraz mirada de los acosadores. En Marruecos, mujeres que nunca en su vida han usado una minifalda están cansadas del piropo agresivo.

Inspiradas en Slutwalk, iniciaron en redes sociales el grupo Women Shoufoush, que ya tiene más de 5.000 seguidores en Facebook. Según lo explica el portal, el nombre es un juego de palabras con la expresión Manshoufoush, que significa ‘¿podemos hablar?’, y que es usado por los hombres marroquíes para abordar a una mujer, antes, después o durante el clásico ‘psss psss’.

Heather sabe que no se inventó el agua tibia y que muchas personas han luchado por lo mismo durante décadas. Sin embargo, le sorprende este nivel de empatía que ha generado para que las marroquíes rebauticen su iniciativa de acuerdo con sus necesidades.

«Esperamos cambiar todo lo que podamos, pero es difícil. Queremos educar a las personas sobre la realidad del acoso sexual», dice.

Por ahora, el rechazo en la red ha convocado incluso a cientos de hombres, y eso, para Heather, es un logro. Cuando ellas terminen de desgastar la palabra, quizás la sociedad se inventará otra forma más novedosa de insultar a las putas.

Rebeca Lucía Galindo
Redactora de EL TIEMPO

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